El antílope saiga ( Saiga tatarica) es un animal de aspecto peculiar. Habita en las estepas del Asia Central, en un área que abarca desde el sur de Rusia hasta las fronteras de China y Mongolia. Se lo reconoce por sus característicos cuernos (que solo lucen los machos) y por su inconfundible nariz, una probóscide semejante a la trompa del elefante.

Son muchos los que al observar a este singular herbívoro se acuerdan inmediatamente de Alf, aquel simpático e impertinente extraterrestre televisivo. Un parecido que no es casual, ya que el guionista y productor de esa serie, Paul Fusco, se inspiró en el aspecto de este animal para crear al popular personaje. Pero ahora, el saiga está en grave peligro de extinción. Se estima que desde inicios de la década de 1990 hasta la fecha actual, su población ha decrecido del millón de ejemplares a menos de cincuenta mil individuos. ¿La causa? Los cazadores furtivos.

Un cuerno que vale su peso en oro
Desde tiempos inmemoriales, el cuerno del saiga ha sido muy apreciado por la medicina tradicional china, ya que con él se fabrica un polvo que supuestamente tiene propiedades beneficiosas contra las enfermedades cardiovasculares.

A principios del siglo XX, esta especie había sido diezmada por los furtivos chinos y mongoles, pero conoció un milagroso renacer a partir de la década de 1930. Las Autoridades soviéticas decidieron tomarse en serio su protección y perseguir la caza furtiva de manera estricta y eficaz.

Lo consiguieron, y el resultado fue que estos antílopes volvieron a corretear libres por las estepas asiáticas. Pero en 1990, el programa de protección de los saigas quedó desmantelado tras el caos provocado por el hundimiento de la antigua Unión Soviética. Y la matanza se reanudó.

Los furtivos actuales son en su mayoría jóvenes mongoles y kazajos que no tienen otro medio de ganarse la vida. Acosan a sus presas montados en motocicletas y las persiguen hasta que quedan exhaustas. Luego, cuando el animal ya no puede seguir corriendo, lo matan de un disparo. En la mayoría de los casos solo se llevan los cuernos, aunque a veces también lo despiezan para vender la carne por las aldeas.

Los cuernos se utilizan para fabricar una especie de polvo medicinal. En las farmacias chinas se paga el equivalente a cien dólares por un kilo, y se necesitan hasta cuatro pares de cuernos para producir semejante cantidad. Los portavoces de Okhotzooprom, el organismo para combatir la caza ilegal en Kazajstán, afirman que en 1994 se exportaron ilegalmente unas 44 toneladas de cuernos de saiga a Singapur, China y Corea.

Cincuenta mil supervivientes
Las Autoridades rusas estiman que del millón de ejemplares que había censados alrededor de 1990, la población se redujo a 150.000 en el año 2000, y a 50.000 en la actualidad. Todas las alarmas saltaron entonces, pero el saiga aún no ha dicho su última palabra.

Ya se han puesto en marcha diversos proyectos para contribuir a preservar y repoblar esta especie. Uno de ellos es la reserva Chiornie Zemli (tierras negras) dirigida por el biólogo Yuri Arylov. Su propósito es criar a estos animales en cautividad y luego tratar de devolverlos a la vida salvaje. En 2008 lograron su propósito de que el primero de estos ejemplares se integrara en la estepa, y aunque acabó devorado por los lobos, fue después de dejar preñadas a diecisiete hembras.

Paralelamente, se ha puesto en marcha la Darwin Initiative, un ambicioso proyecto en colaboración entre el Gobierno británico y las Autoridades de la zona. Lo coordina la bióloga alemana Aline Külh, asesorada por una prestigiosa científica rusa llamada Anna Lushchekina. El proyecto funciona en una doble dirección: controlar con un sistema se seguimiento por GPS a la población de saigas y, por otro, dotar de los medios suficientes a un nuevo cuerpo de rangers (guardas forestales) que los protejan de los furtivos.

Los resultados, por ahora, parecen alentadores. Las detenciones han aumentado, y también las penas impuestas a los cazadores, que van desde multas de 190.000 dólares hasta el ingreso en prisión, dependiendo de si los cazadores han llegado o no a abatir a sus presas.

El botín de los furtivos

Rifles automáticos que disparan armas explosivas, cuernos de antílopes abatidos a tiros, y matrículas de los vehículos utilizados por los cazadores, forman parte del botín requisado a un grupo de furtivos. Actualmente, se ha aumentado el número de rangers en la estepa, lo que ha redundado en un mayor número de furtivos detenidos.

Precocidad sexual

Las hembras no tienen cuernos, lo que las libra de ser presa de los cazadores, y ya son fértiles al cumplir el primer año.

El cuerno medicinal

Desde hace cientos de años, los chinos han creído que un polvo fabricado con el cuerno de este antílope tenía propiedades medicinales contra las enfermedades reumáticas y cardíacas. Por eso, los defensores de la especie se están planteando hacer como con los rinocerontes, serrarles estas protuberancias a los machos para así salvarles la vida.

Como una trompa

La nariz del saiga (que en realidad es un proboscide similar aunque de menor tamaño al de los elefantes) es alargada, ancha y móvil, y le permite calentar el frío aire de las estepas antes de que llegue a sus pulmones.

En cautividad

Los rusos han puesto en marcha el primer programa para criar machos de saiga en cautividad. La iniciativa en principio parece haber sido un éxito. Ya que el primer macho salido de la granja logró reintregrarse con cierto éxito a la vida salvaje. Y aunque acabó devorado por los lobos, su muerte se produjo después de que hubiera preñado a varias hembras.

Vigilancia vía satélite

Aline y sus colaboradores colocan chips a los animales para poder controlarlos por GPS.

Un estómago a prueba de bomba

El saiga es un animal hervíboro, pero su estómago es tan resistente que es capaz de digerir hierbas que para otras especies resultarían venenosas.

Un símbolo de Asia central

El saiga era un motivo de orgullo para los habitantes de las estepas. Ahora apenas quedan 50 mil ejemplares de esta especie. Ver uno es una auténtica suerte.

Un rastro de muerte

Los furtivos acosan a sus presas en motos, persiguiéndolas hasta que quedan extenuadas. Luego. Las matan a tiros y les arrancan sus preciados cuernos.

Una misión titánica

Uno de los miembros de la comisión para la protección del saiga señala el área en el que esta especie tiene su hábitat. Es tan extensa que resulta difícil controlarla por completo.

Uno para todas

Los machos son los más diezmados por los furtivos, para arrebatarles sus cuernos. Debido a su escasez, cada ejemplar masculino cuenta con un verdadero harén de hembras.

Un hocico ¿alienígena?

La peculiar fisionomía del saiga sirvió como base para la cara del inefable Alf.

Un ángel de la guarda en la estepa

La bióloga Aline Külh con una cría de Saiga. Al nacer, este animal pesa unos tres kilos, y pasa los primeros días de su vida tumbado en la hierba sin moverse.

Se comen lo que sea

El saiga es un herbívoro capaz de digerir plantas que son venenosas para otras especies.