El potente grupo de expertos de decenas de disciplinas encargado de estudiar el estado de la Tierra está reunido en Estocolmo (Suecia) desde ayer. Hasta el viernes no se prevé que den un informe definitivo, pero sus primeras impresiones, a la vista de los datos que manejan, es que el cambio climático se ha desacelerado levemente.

Hacía seis años (desde 2007) que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) no se reunía con una batería de nuevas mediciones sobre la mesa. Su propósito ahora es emitir en octubre de 2014 un quinto informe –llevan haciéndolo desde 1988–, pero para este mismo viernes quieren lanzar ya una batería de recomendaciones para orientar las políticas que deben seguirse para frenar el calentamiento.

Estos días están poniendo en común las mediciones que cada grupo de investigación (organizados por disciplinas) ha recopilado. «En estos años está quedando aún más claro que el cambio tiene causas antropogénicas», ha dicho Qin Dahe, co-presidente del Grupo I, dedicado a estudiar los fenómenos físicos de la atmósfera. Este grupo engloba más de 250 autores de investigaciones y publicaciones, que a su vez se han valido de la ayuda de otros 600 colaboradores.

Todos los científicos asistentes han coincidido en resaltar que las tecnologías de medición y la capacidad de computación para procesar esos datos es muy superior a las que se utilizaron para emitir el informe de 2007. Otro co-presidente del Grupo I, Thomas Stocker, decía al llegar a Estocolmo que «esta vez tenemos millones de millones de bytes con datos para realizar un retrato de la Tierra de una precisión sin precedentes». La mayoría de esos datos proceden de mediciones de la temperatura de la superficie terrestre y del océano, y la destrucción de la capa de hielo.

En cuanto a la ralentización de ese calentamiento, los expertos apuntan tres causas posibles: variaciones espontáneas y normales del clima del sistema terrestre (que han ocurrido siempre), la mayor actividad volcánica, que ha podido atenuar los efectos del sol, y, quizá, que la atmósfera puede estar siendo un poco menos sensible a la acumulación de dióxido de carbono.

Redacción QUO