Un laboratorio en Lovaina (Bégica). Un grupo de moscas que servían como cobayas se escaparon de su confinamiento y se acercaron a un frasco con un cultivo de levadura de cerveza muy olorosa, mientras que evitaban otro que contenía una cepa de levadura mutante a la que se había eliminado el gen del aroma.

Este suceso completamente casual hizo que los investigadores belgas de dicho laboratorio se plantearan estudiar como atraen determinados aromas a la mosca de la fruta (la ya mítica Drosophila melanogaster). Y los científicos pudieron comprobar así que el olor de la levadura de cerveza actuaba como un potente imán que atraía a los insectos. Pero si se eliminaban las encimas que provocaban el aroma, las moscas dejaban de estar interesadas en ella.

“Para muchos microbios, moverse en el medio ambiente es un reto, por lo que se ven obligados a atraer a otros seres vivos, preferentemente con piernas o alas; por lo que parece muy posible que el olor que bacterias y hongos producen en alimentos como el queso sea una táctica para atraer insectos”, explicó Kevin Verstrepen, uno de los autores de este estudio cuyos resultados se han publicado en la revista Cell Reports.

Redacción QUO