Hacerse con el nombre de «caza tarántulas» no es sencillo. Hay que tener mucho valor para ser un insecto y llevar ese nombre como firma. Pero la avispa caza tarántulas, se lo merece. Hay varios cientos especies de ellas y su territorio se extiende desde Estados Unidos hasta Argentina.
El nombre lo reciben por mérito exclusivo de las hembras: para garantizar la supervivencia de su prole, estas avisas se enfrentan a tarántulas bastante más grande y aparentemente fieras, las paralizan con una picadura de su aguijón (un arma de unos 7mm de largo y capaz de producir la segunda picadura más dolorosa, después de la hormiga bomba) y la arrastra hasta una cueva. Allí la encierra, deposita un solo huevo en su abdomen y cuando este eclosiona y se transforma en larva, tendrán con qué alimentarse.
El macho parece ser un poco más pusilánime y se inclina por las flores y frutas. Pese a su apariencia y tamaño es raro que la hembra pique a un ser humano.
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Juan Scaliter