En la carrera contra el hambre en el mundo, nos estamos quedando sin tiempo afirman algunos científicos. En 2050, la población mundial habrá crecido y urbanizado tanto espacio que será necesario producir un 87% más de los cuatro cultivos principales (arroz, trigo, soja y maíz) que actualmente. Por si fuera poco, se prevé que el clima cambiará en los próximos 30 años: temperaturas más altas y más dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Si a todo esto se une que la tierra cultivable no puede incrementarse al ritmo previsto para tamaña demanda, el escenario parece claro.
“Tenemos que empezar a aumentar la producción ahora y hay que hacerlo más rápido de lo que nunca lo hemos hecho – explica Stephen P. Long, experto de la Universidad de Illinois –. Cualquier innovación que realicemos hoy no estará lista para formar parte de las cosechas al menos hasta dentro de 20 años, necesitaremos pruebas, desarrollo de productos y la aprobación de las agencias gubernamentales. Así, 2050, no está tan lejos y por eso decimos que estamos a una cosecha de la hambruna”.
Con esto en mente, el equipo de dirigido por Long ha recurrido a la ingeniería genética para aumentar la eficiencia de la fotosíntesis aprovechando el aumento previsto de la temperatura y del CO2 y lograr un rendimiento mucho mayor en la misma cantidad de tierra . El primer paso fue realizar un modelo matemático en el que se tuvieran en cuenta las variables pronosticadas. Una vez obtenidos los resultados, el equipo de Long modificó genéticamente una planta de tabaco y la plantó en un ambiente de temperaturas más elevadas y un índice mayor de CO2. Los datos finales, publicados en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences , demostraron que el modelo funciona y que es posible aumentar la producción mediante este sistema. Ahora será necesario testar el método con otro tipo de vegetales.
Juan Scaliter