En la mayor parte del reino animal, los machos son los que llevan la voz (o el color o el plumaje o la melena) cantante y las hembras muestran menos características físicas diferentes. La cola del pavo real, la melena del león o los llamativos colores del mandril son algunos ejemplos. Pero hay excepciones a la regla: como ciertos primates, reptiles, peces o insectos.
Si bien los expertos han estudiado en profundidad estas características en los machos, “la belleza femenina a menudo se pasa por alto – asegura la autora del estudio Courtney Fitzpatrick, en un comunicado –. Los machos atractivos consiguen más hembras y una mayor descendencia debido a su buena apariencia. Pero la razón evolutiva para que las hembras sean más llamativas, es algo que no está tan claro. La respuesta habitual es que las hembras prefieren la calidad sobre la cantidad y se asume que la apariencia sirve para lograr la atención de los machos más deseables, pero es una suposición rara vez se pone a prueba”.

Para intentar responder a ello, Fitzpatrick y la co-autora del estudio, Maria Servedio, desarrollaron un modelo matemático que predice la frecuencia con la que aparecerán hembras con ornamentos en una determinada población a lo largo del tiempo.
En el modelo algunos machos son mejores compañeros y otros no tanto. Cuando las hembras físicamente atractiva, logran atraer a los machos más deseables, tienen hijos con una mayor capacidad de supervivencia. De modo que estas características femeninas se transmiten de madres a hijas, que contarán con una ventaja reproductiva y así sucesivamente de una generación a la siguiente.

Pero sorprendentemente, los resultados, publicados en Evolution, mostraron que el efecto era más débil de lo esperado. Contrariamente a lo que se podría pensar, ganar el interés de los machos más deseables no es suficiente para explicar cómo las características femeninas se vuelven más frecuentes. Lo que sostiene la idea propuesta por otras investigaciones que sugieren que la belleza femenina no evoluciona sólo para ganar compañeros. “Sólo porque los machos prefieran algunos rasgos femeninos sobre otros, no significa necesariamente que han evolucionado para el cortejo”, concluye Fitzpatrick. Para las autoras del estudio, estas características podrían ayudar a sus portadores a competir por otros recursos, como el estatus social o lograr protección contra los depredadores. Los resultados son consistentes con una idea llamada selección social, hipótesis, propuesta por primera vez hace tres décadas por la bióloga teórica Mary Jane West-Eberhard .

Juan Scaliter