Las lombrices y los gusanos podrían ser grandes supervivientes en un escenario de escasez y privaciones. Son capaces de mutar a gran velocidad y tienen una gran capacidad adaptativa, de acuerdo con un estudio publicado en la revista PLOS Genetics.

El experimento se realizó sobre la lombriz intestinal (E. coli) y el C. elegans, una especie de gusano que se ha empleado para conocer las causas del envejecimiento, la muerte celular y la estructura del genoma.Una investigación internacional ha puesto el foco en la tendencia a la reproducción de estos animales del ‘pequeño mundo’ al ser sometidos a condiciones de escasez. A partir de ahí, midieron la manera en la que se producían sus mutaciones genéticas.

En el caso del gusano, fue alimentado durante 50 años a partir de una dieta de soja acuosa con un extracto de hígado de res, bastante escasa y poco nutritiva para la especie. El primer cambio que notaron fue radical. No pasaba por el estadio de larva Dauer, una fase caracterizada por la falta de alimentación y el desarrollo de una cutícula (un endurecimiento como el de la uña) en la piel.

“Dauer es algo que la mayoría de las C. elegans hacen para extender su vida, pero ellas no lo hicieron. Y vivieron más a pesar de ello”, explica la investigadora. Notaron que sus mutaciones genéticas evolucionaban a una velocidad que compararon con la tendencia de una ‘bola de nieve’.

Desde 1951, su proceso evolutivo se aceleraba bajo condiciones más estresantes. Actualmente McGrath investiga la posibilidad de que la interacción con fluidos y gravedad pueda hacerles desarrollar la capacidad para nadar.

“Encontramos efectos en casi todo. Cuándo empezaban a reproducirse, el número de crías que tenían, su tiempo de vida”, explica McGrath. Algunos gusanos llegaron a sobrevivir a la exposición de drogas y materiales pesados.

“Con el tiempo nos dimos cuenta de que los gusanos daban prioridad a la supervivencia sobre su tasa de evolución”, apunta. Al ser más escasa la comida, su tendencia a desarrollar descendencia era menor, debido a una necesidad de concentrar y administrar sus energías. De este modo, garantizaban ‘menos bocas que alimentar’.

Los investigadores no se detuvieron ahí. Decidieron comparar al gusano con otra especie, la lombriz intestinal (E. coli). En el otro caso, no notaron una tendencia tan potente a la mutación, pero sí se produjeron cambios en los mismos genes. No se trataba de una cuestión de velocidad, sino de localización.

Finalmente, se dieron cuenta de que la mutación podía jugar muchos roles y muy específicos. “O afectan a la puesta de huevos o a la vida entera, pero siempre a la fase de Dauer”, aclaran. La diferencia principal la hallaron en su tasa de reproducción. Menor, pero más efectiva.

Redacción QUO