Claro, ellas también lo hacen. Por eso están por todas partes. Pero ¿cómo? y, ¿con qué?. El sexo hormigo está marcado por su excepcionalidad: ocurre una vez en la vida. Especialmente para el macho que (gran spoiler) fallecerá poco después de haber entregado su carga genética a una sola reina. Ella, sin embargo, puede llegar a mayores con más de un candidato en las horas que dura su celo. Tales ingredientes determinan los comportamientos y anatomía de reinas –por lo general, las únicas hembras que se aparean– y machos.

La historia comienza con un buen baño de feromonas. Los machos salen volando del hormiguero un día de finales de primavera. No por romanticismo; el calor les facilita el vuelo y la lluvia habrá ablandado el suelo para que ellas, una vez fecundadas, excaven en él su nuevo nido. Ya en el aire, los galanes esparcen su perfume embriagador y al poco son abordados en pleno vuelo por las reinas de los hormigueros vecinos. Una vez formadas, las parejas descienden al suelo –ni en tu casa, ni en la mía–donde pasan a la auténtica acción, con un guion básico que puede variar dependiendo de las especies.

El excitado caballero, ostensiblemente más pequeño que su dama, se encarama al extremo del abdomen de esta y la sujeta con sus parámeros, dos pares de afiladas válvulas a ambos lados de su aparato genital. Ya seguro, busca al tacto con la parte central del mismo (el digitus) la ranura vaginal, en la que introducirá el edeago o pene del que sale el esperma y el valviceps. Este apéndice, normalmente serrado, lo clava dentro de ella para fijarla durante la cópula y más allá. No sabemos si ese anclaje resulta doloroso, pero en reinas del género Atta se han encontrado cicatrices provocadas por él. Como para seguir con ganas de conquista…

Justo esa es la idea: descartar competidores. Por eso, en muchas especies él sigue a la grupa (y sin manos) una vez terminado su cometido, hasta que a ella se le pasa la ola de hospitalidad genital. A veces, con un sacrificio supremo. Cuando el fecundador ha terminado, la hembra (en este raro caso obrera) de Dinoponera quadriceps se gira y lo corta por la mitad. Deja la cabeza y “torso” tirados y se lleva los genitales puestos, al menos durante media hora. Incluso muerto, él sigue asegurándose de que será solo su esperma el que ella dosificará toda la vida cuando quiera fecundar sus huevos.

[image id=»89770″ data-caption=»ELLA (izquierda): los ovarios se componen de tubos u ovariolos en los que crecen los óvulos. Estos corresponden a la especie Myrmecia gulosa. Los de la reina sirven para generar descendencia. Los de las obreras, que en otras especies no se desarrollan, serán huevos infértiles que alimentarán a la reina.ÉL (derecha): genitales de Leptanilla sp. El naturalista José María Gómez tomó las tres imágenes en ejemplares recogidos por él. El esperma debió de salir con las convulsiones de los machos poco antes de morir. » share=»true» expand=»true» size=»S»]

Anécdotas de hormiguero
Machos fantasma
Entre las criadoras de hongos M. smithii se encontraron reinas fecundadas con esperma. Pero nadie ha visto un macho.
Solo para procrear
El edeago tiene una abertura (falotrema) por la que sale el esperma, pero que no sirve para expulsar la orina.
Dale una vuelta
En algunas especies, el digitum que se introduce en la hembra puede girar en un sentido o en otro.
Poliamor justificado
La reina de Pogonomyrmex se aparea con machos de su especie para tener machos y reinas y de otra para las obreras.

Pilar Gil Villar