Como mínimo una de cada diez personas que conoces están dispuestas a tener sexo con robots. Eso como mínimo. Las encuestas realizadas dan datos muy diferentes. En un estudio, hasta el 86% opinaban que los robots podrían satisfacer sus deseos sexuales. Los hombres parecen el doble de dispuestos, e incluso llegan a mostrar signos de nerviosismo al tocar las partes íntimas de una ‘muñeca’. Pero lo primero que señalaron los autores del único informe global sobre este asunto, realizado por Noel Sharkey, profesor emérito de robótica e inteligencia artificial de la Universidad de Sheffield (Reino Unido), es que se hace imperiosamente necesario estudiar más a fondo el inminente sexo con robots. De hecho, el visionario Ian Peterson señala que en dos décadas tendremos sexo virtual del mismo modo que hoy miramos porno, y en 2050 los humanos tendremos más sexo con seres artificiales que con humanos. Acostarse con androides, indudablemente ocurrirá. Y, ¿cómo nos cambiará a los humanos contar con robots para el amor y el sexo?

En 2004 se abrió en Japón el primer burdel con muñecas robóticas. Hoy ya existen en París, Londres, diversas ciudades de Alemania, Ámsterdam, Barcelona y Madrid. ¿Vendrá de la inteligencia artificial el fin de la prostitución? O será aún peor. La  empresa True Companion acaba de ser denunciada por sacar al mercado una muñeca que normaliza la violación. Está programada para resistirse al sexo.

¿Ayudarán los robots a que mantengamos relaciones sexuales más satisfactorias? ¿O harán que solo nos relacionemos con máquinas? ¿Los querremos? ¿Compartiremos con el vecino nuestra muñeca? ¿Y qué pasará si nuestro robot sexual se enamora de otro robot?

Hombres y mujeres realizan ya el mismo número de pedidos de robots sexuales a las empresas

¿Por qué van a ser malos?

El negocio de la robótica sexual mueve unos 20.000 millones de euros anuales, y aumenta. No es extraño que los científicos se hayan interesado en su futuro impacto en la sociedad. Uno de los primeros informes exhaustivos fue realizado el año pasado por la Foundation for Responsible Robotics, que entrevistó a decenas de expertos en tecnología, inteligencia artificial, fabricantes de robots sexuales y médicos.

El informe, titulado Nuestro futuro sexual con robots, concluye que aún no hay suficientes datos para saber si los efectos del uso de robots en el ámbito íntimo serán positivos o negativos. A la misma conclusión han llegado Chantal Cox George (experta en medicina) y Susan Bewley (obstetra), ambas del Imperial College de Londres, en su estudio publicado en el British Medical Journal: no hay información suficiente para afirmar que los robots tendrán efectos negativos en los humanos.  
Pese a ello, en la sociedad hay una visión no muy positiva de los robots sexuales y nuestro vinculo con ellos. La película Ex Machina (2015) muestra a un creador de robots, Nathan, que mantiene relaciones frías y crueles con su creación. En la serie de HBO, Westworld, se habla de un parque temático en el que el burdel de Madame Maeve Millay debe atender los deseos más oscuros de los visitantes. 

La sociedad trata hoy a los robots sexuales como trataba a los villanos de los primeros cómics, identificándolos con el miedo a los avances tecnológicos: los malos de cómic eran radiactivos. Ahora lo son los robots. La falta de datos científicos y estudios serios no sorprenden a Julie Carpenter, investigadora del grupo de Ética y Ciencias Emergentes de la Universidad Estatal de California.

En conversación telefónica, Carpenter señala el primer uso futuro de los robots sexuales. “No soy partidaria de lanzar una muñeca al público en general”, afirma, “pero creo que se debería mantener la mente abierta para explorar los robots sexuales como una herramienta crítica utilizada con la guía de un terapeuta humano. En lugar de asumir que los robots se convertirán en reemplazos, los humanos podríamos sentirnos atraídos hacia ellos gracias a una programación sin prejuicios”. Carpenter apunta hacia un posible uso social: “Un ejemplo son los hogares para ancianos. Dejamos a los mayores allí como si fueran niños, pero son adultos, con impulsos sexuales. Un robot, de la mano de un terapeuta, puede ser una ayuda valiosa”.

Tendrán piel que emite olores, genitales que lubrican y hasta podrán alcanzar un orgasmo

En las palabras de Carpenter destaca no solo el uso de estos robots como una herramienta terapéutica. También se trasluce la posibilidad de sentir afecto o atracción por ellos. ¿Será posible enamorarse de un robot? Para Roberto Sanz, psicólogo y miembro de SexPol, la respuesta es rotunda: “Se trata de objetos y no podemos sentir amor por ellos. Puede que nos atraigan o nos provoquen la necesidad de estar con ellos, pero para llegar a experimentar amor es necesario mucho más”.
Por su parte, David Levy, experto en inteligencia artificial y autor del libro Amor y sexo con robots, tiene una opinión diferente. Para él, “enamorarse de un robot no es diferente de enamorarse en una sala de chat, no importa quién o qué esté al otro lado de la línea. Simplemente importa lo que experimentas y percibes. Si un robot se comporta como si tuviera sentimientos, ¿podemos argumentar razonablemente que no los tiene? A medida que el software de estos robots se vuelva cada vez más convincente, será cada vez menos importante que nuestro compañero sea humano”.

Así se dice ‘amor’ en robot

¿Significa esto que los robots sexuales serán capaces de expresar emociones? Muy probablemente. Y ya están los primeros ejemplos de lo que veremos. Uno de ellos es Octavia, un robot humanoide muy avanzado, que nada tiene que ver con el erotismo, pero nos permite hacernos una idea de lo que hoy en día es posible. Octavia está diseñada para combatir incendios forestales, y es la robot que reúne la mayor perfección y variedad en  expresiones faciales. Puede mostrar sorpresa ante una pregunta inesperada, confusión, alegría… Responde a las emociones humanas e interactúa con ellas.

De acuerdo con Gregory Trafton, uno de sus creadores, el objetivo es demostrar el tipo de pensamientos que tiene Octavia y así facilitar que las personas interactúen con ella. “Pero no siempre es posible trazar una línea entre pensar y sentir”, señalaba en una reciente entrevista. “Está claro que los pensamientos y emociones de las personas son diferentes pero se afectan entre sí. Las emociones influyen en la cognición y la cognición influye en la emoción. Lo interesante es plantearse: ¿cómo sabremos si un robot siente algo?”.

La empresa de juguetes eróticos Lelo ya ha patentado 100 diferentes tecnologías vinculadas al placer

Obviamente, una maquina carece de todos los procesos neuroquímicos vinculados a los sentimientos, así como también las respuestas físicas, como pulso acelerado, dilatación de pupilas, etc. Pero ¿podrán los robots fingir amor por su propietario?
“En el sentido en el que se enamora una persona”, nos explica Jordi Vallverdú, profesor de Filosofía y lógica de la ciencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, “siguiendo los procesos neuroquímicos, no, pero sí podremos programar una máquina para que simule el enamoramiento. Con todo lo que ello implica: celos, discusiones… Se puede programar todo. Hasta que se enfade y no sepamos por qué”.

Inteligencia emocional 2.0

Y entonces llega Sergi Santos. Doctor en nanotecnología, es el creador de Samantha, la primera robot sexual con inteligencia artificial incorporada. Samantha es un proyecto centrado en un robot capaz de disfrutar del sexo, reaccionar a nuestro tacto y reconocer si se trata de un acercamiento sexual o romántico. Recuerda las interacciones, las preferencias, y tanto su boca como su vagina o su ano son funcionales: se contraen en respuesta a estímulos. Samantha aprende y evoluciona. Su esqueleto le permite tomar diferentes posiciones, pero todavía no es capaz de moverse por sí misma. Además, a medida que tenemos relaciones con ella, mejor nos conoce y se sincroniza con nuestros ritmos para llegar al clímax a la vez. Es posible también seleccionar su color de ojos, cabellos, características físicas y hasta su tono de voz entre una amplia biblioteca. Samantha alterna entre tres modos en los que juegan su paciencia, memoria y niveles de sensualidad. Estos están regulados por un conjunto de lo que Santos llama ‘excitones’, en analogía con el papel de los neurotransmisores y receptores del cerebro humano que controlan la excitabilidad.

Desde hace algún tiempo, Santos se niega a hablar con la prensa debido a ataques personales que ha sufrido y a mentiras que se han contado sobre Samantha. La última de ellas es que esta robot tiene un modo dummy en que se niega a mantener relaciones, y menos aún que eso se lo haya pedido su mujer. “Lo que sí tiene es iniciativa”, añade Vallverdú, “y en este sentido es muy avanzada. Santos es el que más se ha adelantado en este aspecto a nivel mundial”. Es una amante a la carta, al menos para hombres.

Para Venus O’Hara, bloguera sexual y habitual evaluadora de juguetes eróticos, los robots sexuales masculinos, por ahora, “no tienen una interacción clara. De hecho, su mirada me hizo creer que estaba pensando en otra”, cuenta en su blog.
No solo podemos seleccionar el color de piel, forma y tamaño de los órganos genitales o la cantidad de pecas o vello corporal. También es posible elegir otras características más evolucionadas. Investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder han desarrollado la primera piel electrónica totalmente reciclable o e-skin. La tecnología imita las funciones y propiedades mecánicas de la piel humana, capaz de medir la presión, la temperatura y la vibración. Esta dermis electrónica reacciona a la presión, a la temperatura y da información al esqueleto o los músculos sobre la presión que debe ejercer según qué o quien la esté tocando o a quien o qué toque. Esto permitirá calibrar los sensores del robot para que ejerzan la cantidad de presión y velocidad de movimiento dependiendo no solo del órgano que estén tocando, sino también del cliente. Los robots estarán hechos a imagen y semejanza de nuestros más íntimos deseos.

Imitar el olor sexual

“Otro adelanto interesante”, agrega Vallverdú, autor de un libro sobre emociones sintéticas, Synthesizing Human Emotion in Intelligent Systems and Robotics, “es que los robots bien diseñados podrán emitir olores vinculados a la sexualidad. También nos pueden monitorizar para obtener información a partir de nuestra piel, nuestros fluidos o nuestra forma de mirar”.

Toda esta tecnología ya existe, pero dispersa. “El mayor obstáculo para reunirla en un solo cuerpo será el peso: manipular 50 kilos es muy complicado, y si se agregan todos estos sensores y sistemas, “puede llegar a los 600 kilos Nadie querría tener encima este peso muerto”, concluye Vallverdú.

Los robot sexuales, en el futuro, también serán una herramienta muy potente para los terapeutas especializados. “La educación sexual es fundamental en este sentido”, recalca Sanz. “Somos nosotros, los humanos, los que debemos establecer las reglas de juego”. Gracias a ellos podrán mantener relaciones sexuales personas que por distrofias musculares, deformaciones, o ciertas incapacidades no pueden encontrar pareja.

“También en la cárcel”, destaca Vallverdú, “podría implementarse un robot con el objetivo de reducir las violaciones. Los robots, y esto es importante, no reemplazarán nuestra tendencia social. Un ejemplo son las grabaciones musicales: pueden ser muy buenas, tener una calidad excepcional y permitirnos llevar la música a cualquier sitio, pero seguimos disfrutando de la experiencia de los conciertos en vivo, porque somos seres sociales”.

El motor ya está en marcha Hay muchos planteamientos sobre si podremos enamorarnos de ellos, pero el que más avanza tecnológicamente es el modo en que nos darán placer. Los pioneros, en una industria cada vez más boyante, son los fabricantes de dildos. Empresas como Lelo (bautizada la ‘Apple de los juguetes sexuales’) han desarrollado algunos de los juguetes más inteligentes del mercado.

Según nos relata su creador, Pavle Sedic, han creado dispositivos con movimiento sensorial, controlados a distancia, con respuesta de presión que reaccionan a las demandas del usuario. Por ejemplo, vibradores que perciben las contracciones de la vagina cuando se aproxima un orgasmo y repiten ciertos movimientos para potenciarlo.

El informe Nuestro futuro sexual con robots, de la Universidad de Stanford, mencionaba la creciente importancia para mujeres y hombres de juguetes tecnológicos que se puedan controlar a distancia por wifi usando aplicaciones móviles, así como dispositivos que simulen lengüetazos a distancia. Una de las últimas novedades de Lelo es el uso de ultrasonidos en sus dildos. Sona, uno de sus productos, funciona con pulsos de ondas sónicas para estimular el clítoris en su totalidad, incluyendo la parte interna ubicada más allá de la zona exterior. “A día de hoy ya hemos producido cerca de cien patentes”, explica Sedic. Esto significa que el desarrollo de estos minirrobots para el placer solo acaba de empezar. 

El rostro de una fantasía

Otro aspecto en el que tendremos que trabajar es en lo legal. A medida que los robots sexuales sean más y más complejos también se moverán, tendrán cámaras en lugar de ojos y serán autónomos. Samantha, por ejemplo, lleva a cabo todos sus procesos en su propio cerebro: no está conectado a la nube ni a Internet. Pero los robots del futuro sí estarán conectados, y el manejo de la información que hagan, de índole muy personal, podrá ser hackeada o publicada, como ocurrió en el pasado con algunos juguetes eróticos.

“Dentro de lo legal”, explica Vallverdú, “también habrá que contemplar sus derechos. Del mismo modo que ahora consideramos a los chimpancés como personas no humanas, con los robots ocurrirá algo similar, a medida que evolucionen en inteligencia”. 

Y en movimiento. Si bien algunos son muy limitados y otros apenas se mueven, existen aquellos, como el Android Love Doll, que pueden realizar hasta 50 posiciones sexuales automatizadas. Suzie Software y Harry Harddrive, dos robots sexuales, deben ser manejados a mano en una posición sexual y luego son capaces de simular el movimiento. Roxxxy Gold, por ejemplo, se anuncia como capaz de llegar al orgasmo, lo que significa que no solo produce sonidos, sino que genera contracciones vaginales que simulan las del clímax. Harmony, desarrollada por RealBotix, no solo llega al orgasmo; también muestra signos de excitación, como la lubricación de la vagina. Harmony tiene la capacidad de sincronizar los labios con el audio y sus propietarios pueden elegir entre 18 tipos diferentes de personalidad, según sus gustos y preferencias.

Hasta ahora solo hablamos de juguetes sexuales y de androides, es decir, robots con configuraciones similares a las humanas. Pero ¿qué hay de los ‘pedidos especiales’? De acuerdo con Bronwen Keller, una de las creadoras de Sinthetics, robots sexuales bajo demanda, ya han recibido varios encargos que se podrían catalogar como ‘diferentes’: “Personajes de ciencia ficción, elfos, extraterrestres del tipo Avatar, tanto por hombres como por mujeres. De hecho, ya alcanzamos un número similar de ventas de robots para hombres y para mujeres”. Otra de las demandas más llamativas es la de robots con la cara de actores famosos. Y ¿qué ocurre cuando se pide un robot con el rostro de un conocido? ¿Quién tendrá los derechos sobre esto? ¿Y si piden recrear el rostro de tu pareja muerta?

Si prefieres un robot…

Tal vez la pregunta más inquietante es: ¿los robots reemplazarán nuestro deseo de tener sexo con una pareja real? “Para aquellos que tiene una relación emocionalmente sana y satisfactoria, la respuesta es no. Incluso cuando llegue el día en que los robots sexuales estén tan avanzados tecnológicamente que sean indistinguibles de nuestros semejantes, nosotros, como humanos, siempre sabremos si nuestro compañero es de carne o si es una máquina. Y elegiremos a un humano”. Esta es la visión de Debra Sho, investigadora del sexo y neurocientífica en Toronto (Canadá). Del mismo modo que aceptamos los juguetes, vibradores o vaginas artificiales como herramientas y no como sustitutos de la pareja, los robots sexuales pueden ocupar un lugar similar y muy importante. Sin embargo, Debra Sho y otros especialistas advierten: “Para aquellos cuyas relaciones sexuales no son satisfactorias, y las cifras hablan de insatisfacción en todas las edades, los robots servirán”. 

Inteligente pero… ¿consciente?

Los expertos que han desarrollado la inteligencia artificial de RealBotix buscan provocar la ilusión de que estamos ante un robot consciente.

El hombre objeto

Este año RealBotix comenzará a vender la versión masculina de su muñeca, Harmony. Costará unos 12.000 euros.

Para todos los gustos

RealBotix produce robots femeninos y masculinos. Estos últimos cuentan con un pene biónico “mejor que un vibrador”, según sus creadores.

Un rostro a medida

Desde la forma de los labios (de la boca y vaginales) hasta el color de los ojos, todo se puede elegir a la hora de diseñarlo.

Ultra­sonidos para el placer

Es lo último en tecnología en juguetes sexuales como los de la imagen, de la marca Lelo. El negro es para hombre, el rosa para mujer (envía ondas sónicas para estimular el clítoris interno).

El gran desafío

Sergi Santos, el creador de Samantha, dando los últimos retoques a su obra. Reducir su peso y aumentar su movimiento son los retos de los futuros robots.

Las hermanas de Samantha

Puede que la obra más conocida de Santos sea Samantha, pero también ha desarrollado a Kira (en la imagen), Maya y Simone, todas con la capacidad de disfrutar del sexo.

El movimiento es vida

El esqueleto de los robots sexuales más avanzados cuenta con una enorme cantidad de articulaciones y motores que le permiten configurar más de 50 posiciones sexuales.