Siempre se ha sabido que los depredadores se excitan con el olor de la sangre y, ahora, una investigación realizada por la Universidad Radboud en Países Bajos, ha descubierto la causa.
Se trata del compuesto químico E2D, que se forma cuando las grasas de la sangre se separan debido a la exposición al aire. Por eso, si no hay heridas abiertas, no hay posibilidad de percibirlo. Fue en 2014 cuando se aisló por primera vez, procedente de la sangre de cerdos salvajes.
Los autores del nuevo estudio probaron su efecto con varias especies de depredadores. Empaparon con ella el tronco de un árbol, y el resultado fue que los animales lo mordisqueaban vorazmente, igual que cuando lo embadurnaban con sangre.
Pero cuando probaron el efecto de esta molécula con otros animales que en la pirámide alimenticia ocuparían el escalafón de presas, descubrieron que les producía el efecto contrario: huían despavoridos.
Para los autores del estudio es la prueba de una adaptación evolutiva que ha hecho que los animales que son depredadores (y que por tanto no identifican la sangre con alimento sino con peligro de muerte) escapen al detectar con su olfato esta molécula.
Vicente Fernández López