Las hormigas se comunican con señales químicas que otros insectos han aprendido a emular para entrar en ellos, con historias trágicas. La oruga de la mariposa Maculinea rebeli, por ejemplo, imita los mensajes químicos y los sonidos que las hormigas emplean para comunicarse. Así llega hasta la cocina de la reina, para obtener alimento para los huevos que prevé poner. La avispa Ichneumon eumerus (en la foto de arriba) emite entonces una sustancia que induce a las hormigas a pelear entre ellas y, en el desconcierto, entra y recoge a sus retoños; había inoculado sus huevos en la oruga.
Redacción QUO