Esa es la propuesta del filósofo estadounidense Adam Shriver. En un estudio que ha originado una gran polémica, sugiere la modificación genética de los animales de granja para que no puedan sentir dolor. Su argumentación es que, si vamos a seguir manteniéndolos en condiciones que mermen su bienestar, lo mínimo que podríamos hacer es utilizar los avances en genética y neurología para que no se enteren y, de paso, aliviar nuestra conciencia.

Pilar Gil Villar