Cuando cae la noche, la vida se transforma y la evolución saca a relucir sus dotes en un lapso que dura, desde hace milenios, solo 12 horas. Y no es extraño. En climas cálidos, la noche es más fresca y muchos animales que se ven afectados por el calor empiezan a competir por los bienes en la oscuridad. Esta, la competencia para obtener recursos, es una de las claves de la nocturnidad. Estar activo durante estas horas permite compartir un nicho: lechuzas y águilas (nocturnas y diurnas, respectivamente) persiguen las mismas presas, pero sus hábitos evitan cualquier tipo de conflicto.
Muchos animales que tienen un comportamiento catemeral (activos de día y de noche, por ejemplo el león) prefieren cazar en la oscuridad, ya que su sentido de la visión se ha adaptado a condiciones exiguas de luz, pero el de sus presas no.
Otra razón que sirve de acicate para la nocturnidad es la conservación del agua. En ecosistemas áridos, la actividad diurna demanda un alto gasto de líquidos.
Al salir la luna, en general, el aire se aquieta, los olores permanecen más tiempo y los ruidos llegan con más claridad. Todo esto ha producido adaptaciones en las especies que no se dejan confundir por la noche: ojos de mayor tamaño (búhos y lémures), refinado sistema auditivo (conejos) u otros sistemas, como la ecolocación de murciélagos.
De hecho, hasta la flora se ha adaptado: son numerosos los ejemplos de flores que se abren solo de noche, como las Ipomoea, que a falta de abejas u otros polinizadores, son visitadas por murciélagos que, amparados por la oscuridad, diseminan sus semillas.
Para obtener las imágenes de este reportaje se utilizaron cámaras infrarrojas y térmicas… Junto a grandes dosis de paciencia.
Los predadores nocturnos están perfectamente adaptados. Y las presas más fáciles son las cebras: de día, sus rayas sirven de camuflaje, pero de noche son señales luminosas.
Los ñus duermen por turnos, apenas unas cuatro horas, ya que deben estar alerta para evitar a sus depredadores: leones, chacales y leopardos.
Hasta hace medio siglo se pensaba que las jirafas no dormían. Ahora se sabe que solo descansan períodos de 5 minutos, tiradas en el suelo y con el cuello sobre sus cuartos traseros.
Los elefantes, para proteger a sus crías, establecen círculos de vigilancia. En el centro de ellos se encuentran los pequeños, y en el exterior los encargados, por turnos, de defender la manada.
En la imagen superior se ve una manada de ñus fotografiada con una cámara convencional.
Un hipopótamo en plena postura agresiva. Estos animales suelen dormir bajo el agua en un sueño entrecortado por su necesidad de respirar oxígeno.
Sin luz artificial y solo con una cámara que recoge las emisiones de calor, así se ve cómo un león se alimenta de los restos de un ñu. Mientras tanto, la leona observa.
Los pozos de agua son sitios neutrales que predadores y presas respetan. Fuera de ellos, todo es posible a la hora de subsistir.
Cuando se fotografía una manada de ñus con infrarrojos, gracias a la cámara Starlight, se ve a los animales inclinando la cabeza para ver el terreno en la noche cerrada.
La lucha por conservar la comida, a veces escasa, es igual de cruenta que por cazarla. Los leones cazan principalmente de noche o al atardecer.
De noche, los cocodrilos (en la imagen cuatro ejemplares del Nilo, Cocodrylus niloticus) son muy poco activos. Al ser animales de sangre fría, precisan del sol para moverse con mayor velocidad.