Te fascinan como a mí las tempestades? ¿O las huyes y te escondes aterrorizado? Hay personas que las presienten, las buscan, las persiguen y, con suerte, las atrapan. Son los aficionados al “tiempo severo”, que se agrupan en webs como cazatormentas.net y, con nicks como CumulusHumilis, cuelgan fotos impresionantes de nubes mammatus (en forma de mamas), agua cayendo como cortinas, mangas (tornados) y chispas desatadas.
Paraíso para cazadores
La de finales del verano y principios del otoño es su época, el momento en que salen al campo en komandos, como ellos los llaman, en busca de sus presas. La Península Ibérica es su segundo paraíso, después de las grandes llanuras del centro de Estados Unidos. Aquí tenemos rayos, lluvias, granizos, tornados… de distinta intensidad, dependiendo de la muy cambiante geografía.
Una supercélula es un accidente meteorológico que puede formar parte de una familia, en las llamadas “tormentas organizadas”. Son como seres vivos: nacen, crecen, mueren… y también se reproducen; así que hay tormentas madres e hijas, y estas, a su vez, tienen nuevas hijas antes de dejar este mundo. Por el Mediterráneo se extienden las siniestras familias, y también la que provocó la tragedia de Biescas fue de esa clase. ¿Por qué tienen esta curiosa estructura? “Para que haya una perturbación es necesaria una inestabilidad atmosférica”, nos explica Francisco Martín León, del Instituto Nacional de Meteorología. “El segundo ingrediente es la humedad, y el tercero, un mecanismo de disparo; este puede ser otra tormenta anterior, aunque también un frente frío o un embolsamiento de aire.” Solo llueve cuando las nubes son “convectivas”, o de desarrollo vertical (los nubarrones negros), y solo se considera tormenta si hay electricidad.
Martín León, un apasionado del tema, asegura que investigar tempestades es utilísimo: “Se pueden predecir otras, con fiabilidad, de uno a cinco días antes”. Los satélites van indicando las zonas más proclives, los detectores de rayos te advierten de la electricidad cuando llega, pero la investigación se hace con los nuevos radares meteorológicos (hay 13 en España) que simulan tridimensionalmente el interior del fenómeno.
Algo bueno de las tormentas es que, al final, llega la calma. Entonces, se siente un olor que evoca tantas situaciones… Los científicos piensan que se debe a las sustancias odoríferas del polen que sueltan las plantas. Otros creen que hace falta electricidad, pues son los rayos los que generan ciertas reacciones químicas.
En las próximas lluvias y truenos, los que van a caer cerca de ti, prueba a mirarlos a la cara y, sobre todo, a olerlos.
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