A nuestros ojos pueden aparecer hermosos, amenazantes, divertidos, suaves, repelentes. Para el ciclo de la vida, los animales no son más que un montón de nutrientes amasados de diferentes formas. Y destinados a transmitir material biológico y energía de un ser vivo a otro. Pero esa corriente alimenticia, en la que también nosotros participamos, se manifiesta en una fascinante diversidad de posibilidades.

En el extremo norte de nuestro planeta, el frío otoñal anuncia a los osos polares que las bayas y plantas de su dieta estival empezarán a escasear y habrá que buscar una alternativa. La elección recae sobre una larga lista de criaturas, que incluye lobos árticos, ballenas muertas arrastradas hasta la orilla por la marea y aves. Los 770 kg que puede llegar a pesar un macho adulto no se consiguen a base de remilgos. Sin embargo, el indiscutible plato favorito de estos gigantes claros son las focas. Son capaces de olerlas a 48 km de distancia, pero a menudo acechan en los orificios del hielo hasta que las incautas criaturas asoman el morro para respirar y… en segundos, el impoluto suelo polar adquiere tintes sangrientos. Además de un festín, esta escena es una medida natural de control de la población de focas.

Una vez que la ha atrapado en el saco de su pico, el pelícano comienza a dar vueltas a la presa para colocarla cabeza abajo antes de tragarla

La estrategia de paciente sigilo se practica también en el otro extremo climático de la Tierra: en el centro de África, un cocodrilo se apunta a ella. Asomando apenas los ojos sobre la superficie del agua, pasa desapercibido a cualquier mamífero sediento. De un solo salto, lanza sus potentes mandíbulas y sus docenas de afilados dientes a la cabeza de la víctima, y la sumerge en el agua hasta ahogarla. Ahora, el único problema es cómo sujetarla para ir despedazándola poco a poco. Cuando no encuentra unas ramas o piedras en las que anclarla, el cocodrilo comienza a girar sobre su eje con la presa en la boca, hasta que consigue desprender un pedazo. Una buena estrategia, si se tienen unas patas cortas.

Cuando ya ha matado a su víctima, el principal problema del cocodrilo es sujetarla para morder

Otra posibilidad es recurrir al almacenaje. El frailecillo común, un ave del Atlántico norte, aprovecha al máximo cada salida de pesca. El récord observado de peces acumulados en su pico es de 62. Nada menos.
A una práctica similar recurre la boa constrictor: se traga a su presa entera. Si después resulta que el estómago se ha llenado mucho antes que los ojos, basta con regurgitarla; a veces, incluso días más tarde.
Una paciencia que no puede permitirse el guepardo. Este animal está dotado de magníficas cualidades para la caza, como visión binocular, capacidad para imitar el canto de algunas aves y la mejor anatomía para ataques a una velocidad extraordinaria y, sin embargo, no puede permitirse un banquete en paz. Acaba tan agotado que no podría enfrentarse a otro depredador que pretendiera arrebatarle el botín. Por eso, engulle a toda velocidad y deja abundantes sobras para carroñeros como los buitres africanos.

El guepardo posee un hábil truco de caza: emite agudos gorgojeos que imitan el canto de algunas aves y las atrae con ellos hasta sus colmillos

Estos acuden en masa a dar cuenta de cualquier cadáver a su alcance, una tendencia a la multitud que puede traerles la perdición: si encuentran cebos envenenados para otras especies, pueden morir entre 60 y 70 individuos a la vez. Pero, en fin, ya habrá bacterias que den buena cuenta de sus restos.  

Menú de plantígrado

Imagen de un festín familiar para los osos polares, que consideran a las focas el súmmum de la exquisitez. Sin embargo, solo consumirán su grasa y sus vísceras. El resto quedará para algún carroñero.

Pescador compulsivo

El truco del frailecillo común reside en su pico. De la parte superior surgen espinas en las que clava a sus presas, con su áspera lengua las presiona hacia arriba y sigue pescando. Así, transporta una media de 10 peces.

Sin salida

En busca de calma para su sed, la gacela terminó saciando el hambre del cocodrilo. La principal arma de este reptil es el ataque por sorpresa. Tras el primer mordisco en la parte posterior, las fauces han atrapado ahora el cuello.sin salida. En busca de calma para su sed, la gacela terminó saciando el hambre del cocodrilo. La principal arma de este reptil es el ataque por sorpresa. Tras el primer mordisco en la parte posterior, las fauces han atrapado ahora el cuello.

Rápido, rápido

Casi sin masticar. El guepardo engulle su presa a toda velocidad, para evitar que otro animal pueda robársela. Tras realizar el sprint más rápido en tierra, a unos 110 km/h, apenas le quedan fuerzas para combatir.

Oportunistas

Hasta 100 buitres africanos pueden llegar a reunirse en torno a un cadáver de elefante. Sus cabezas casi no tienen plumas, para poder sumergirla a placer entre las viscosas vísceras.

De una vez

A la boa constrictor no le hace falta veneno. Mata a su presa asfixiándola con la presión de su abrazo. Cuando esta yace sin vida entre sus escamas, la serpiente la engulle entera y la entrega a la acción de sus ácidos gástricos.

A mal recaudo

Las palomas del parque londinense de Saint James conviven con pelícanos. Pero no suelen utilizar la bolsa de estos como balconada. A la de la fotografía, la originalidad le salió cara: se resistió 20 minutos, pero fue engullida sin piedad.