La tortuga de la imagen se hallaba en la recta final del proceso para perpetuar la especie. El período de gestación se había cumplido, y los huevos estaban maduros. Pero se negó a empujar. Este fenómeno, conocido como retención fetal, no es extraño en los reptiles, y puede deberse a problemas físicos o malnutrición, pero también a que la madre no encuentre a su alrededor las condiciones propicias para establecer un nido. Y su organismo decida que, para lanzar a su prole a un entorno hostil, mejor se la queda dentro. Una decisión que, por lo general, resulta mortal para la hembra.
Por fortuna, este ejemplar se encontraba al alcance de un equipo de veterinarios de la Universidad Anhembi Morumbi, de São Paulo (Brasil). En una intervención con anestesia total y sierra eléctrica incluida abrieron su caparazón, como si de una caja de sorpresas se tratara, y extrajeron de él los huevos. Mientras la madre se recuperaba de la “cesárea”, la puesta fue depositada en una incubadora y sometida a la vigilancia de personal sanitario que aseguró un final feliz para la familia al completo.
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