En El Molar, un municipio de Madrid, la prohibición de dar comida a los gatos callejeros ha suscitado polémica. Detractores y defensores han esgrimido sus argumentos sin que ningún bando haya sido capaz de convencer al otro. Solución: expedir un carné oficial de alimentadores autorizados, al igual que han hecho en otros ayuntamientos como el de Mijas, Málaga. Junto a ello, la corporación ha emprendido una acción denominada CES (capturar, esterilizar, soltar) que no ha aplacado los ánimos porque los gatos son acusados en muchos lugares del mundo de malos olores, ruidos, transmisión de enfermedades… En Nueva Zelanda se responsabiliza a estos hábiles depredadores de la desaparición de 25 millones de aves nativas cada año mientras que en Australia el Gobierno ha elaborado un plan para eliminar dos millones de ejemplares antes de 2020. La guerra contra el gato ya ha sido declarada oficialmente. Al menos para un sector de la población.
Los biólogos reclaman que los gatos domésticos permanezcan confinados en las viviendas de sus dueños
Para cerca del 7 % restante son encantadores animales de compañía con el punto de independencia justo para no resultar cargantes y toda la ternura de otras mascotas. Con ellos compartimos el 90 % de nuestro genoma y son utilizados por los psicólogos como ayuda en los tratamientos contra el alzhéimer y el deterioro cognitivo, entre otros. Ayudan a aliviar la depresión y son los preferidos de quienes disfrutan con la soledad. Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de British Columbia, Canadá, dirigido por el psicólogo Stanley Coren, las personas que eligen un gato como mascota tienen un 30 % más de probabilidades de vivir solas y son más independientes emocionalmente.
Hay, sin embargo, quienes les acusan de ser responsables de la muerte de miles de millones de pájaros, roedores y reptiles. Marsupiales, petreles, gansos, albatros, cuervos hawaianos, pardelas culinegras, lagartos… son solo algunas de las especies amenazadas. “En las zonas insulares el problema se agrava porque durante millones de años no ha habido grandes depredadores. Los mamíferos llegaron hace apenas 500 años a algunas áreas. Eso quiere decir que la flora y la fauna local no han tenido tiempo para desarrollar defensas naturales contra estos nuevos competidores”, explica Félix Manuel Medina, biólogo del Cabildo Insular de La Palma.
Una valiosa ayuda
Domesticado hace 9.500 años, su habilidad para cazar roedores fue determinante para que el ser humano se fijara en él y lo aprovechara para proteger graneros, papiros y tejidos. No había templo, enterramiento o biblioteca egipcia donde no se hallara un ejemplar. Se los alabó, momificó y deificó. Mantuvieron su papel social durante los imperios griego y romano y lo intentaron con el cristianismo. Uno de sus aliados fue el catarismo
–etimológicamente derivado de catus (gato en latín)– que, además de creer que el mundo estaba creado por Satán, adoptaba prácticas del culto egipcio a la diosa Bastet, representada por una gata.
Fue lo peor que le podía pasar al animal. La Iglesia católica reaccionó con vehemencia ante este movimiento desequilibrador. Los gatos, por indicación del papa Enrique III, se convirtieron en el enemigo a batir. “Brazo derecho del demonio”, “hijo de Lucifer” y definiciones similares dieron el pistoletazo de salida a la persecución que se desató por toda Europa. Cientos de miles de ejemplares murieron en las hogueras por su supuesto origen diabólico, pero también, lo que todavía era más execrable, por su limpieza… Eso de que fueran tan aseados no estaba bien visto en aquella época. Y lo son. Emplean unas cuatro horas diarias en lamerse para mantener su piel libre de parásitos, lo que no les impide ser un peligro para la salud pública. Son portadores del Toxoplasma gondii, uno de los parásitos más comunes en los humanos. Suele adquirirse al consumir carne poco cocinada de animales que han ingerido excrementos de gato y genera toxoplasmosis, una enfermedad particularmente peligrosa en embarazadas por los daños que puede sufrir el feto, y en personas inmunodeprimidas. Se relaciona también a este virus con la aparición temprana de patologías como la ansiedad, las migrañas, el trastorno bipolar, las tendencias suicidas y la esquizofrenia. Un estudio de la Universidad de Chicago ha asociado este virus con el trastorno explosivo intermitente (TEI), una enfermedad caracterizada por repentinos y desproporcionados ataques de ira.
Poner freno
Evitar estos riesgos es el objetivo. Y para lograrlo, hay que combatir las poblaciones descontroladas. “Los gatos vagabundos, aquellos callejeros de origen doméstico que son alimentados voluntariamente por personas, no suelen estar esterilizados. Lo que más nos preocupa a los especialistas es que pueden interactuar con los gatos asilvestrados, es decir, con aquellos que no tienen ningún contacto con el ser humano. La consecuencia sería que se produjera una superpoblación en el medio natural”, explica el biólogo Félix Manuel Medina, “con los desequilibrios que conlleva”.
¿Qué hacer, pues, ante la plaga felina? En Australia y Nueva Zelanda utilizan helicópteros para retirar las especies en peligro de ser diezmadas por los gatos, exterminan a los depredadores que quedan y vuelven a repoblar con los animales autóctonos para que se desarrollen en libertad.
Los domésticos siguen manteniendo intacta su capacidad para matar aunque no necesiten alimento
Pero en España no tenemos recursos económicos para tanto despliegue. “Habría que censar los ejemplares domésticos y vigilar que se cumpla la normativa para que se queden en las casas, que es donde deben estar”, dice Félix Manuel Medina. “Los gatos, aunque vivan en el entorno familiar, siguen manteniendo intacta su capacidad para matar. Y lo hacen”. Sus propietarios lo saben. Ya están acostumbrados a que su mascota les llegue orgullosa de vez en cuando con un pájaro, una lagartija o cualquier otro “tesoro”. “Si son vagabundos, el planteamiento pasa por la agrupación en colonias y la posterior esterilización. Y en las zonas naturales donde hayaespecies amenazadas, el control y exterminio”.
Identifíquese
Algunos ayuntamientos de importantes ciudades han empezado a tomar medidas. El pasado octubre, la corporación malagueña suscribió un manifiesto gatuno para identificar y esterilizar a los alrededor de 2.000 gatos que vagabundean por sus calles, mientras que en Cataluña tienen activado un plan que ya ha logrado esterilizar alrededor de 3.000 ejemplares para frenar el impacto que suponen los tres partos anuales que puede tener una gata.
Si tan depredadores y nocivos son, ¿por qué más de tres millones de personas en España comparten con ellos su vida? Cazadores de ratas a bordo de los buques durante la colonización de los siglos XVIII y XIX desataron el delirio de los habitantes de las islas del Pacífico cuando arribaron a tierra. Abigail Tucker, autora de The Lion in the Living Room, explica cómo domesticaron a los humanos y se hicieron con el control sin que apenas nos diéramos cuenta. Su atractivo radica en que “parecen niños”, sostiene Tucker. “Sus cuerpos de bebé y sus ojos tan grandes ejercen sobre nosotros una gran fascinación”.
La realidad es menos romántica de lo que apunta Abigail Tucker. Los gatos son oportunistas, gandules, descarados y listos. Se adaptan sin ningún tipo de pudor a las circunstancias de cada momento. Y a lo que se han acostumbrado es a la manutención gratuita a cambio de “ciertos servicios”. Saben que tienen un acomodo excepcional en las vidas de los seres humanos. Se adaptan bien para viajar, pueden ser carnívoros u omnívoros y se reproducen con facilidad. Tan es así que Mark Twain, cuando llegó a Hawai en 1866, apenas 90 años después de que los gatos se hubieran adueñado del corazón de los nativos, encontró manadas de gatos, regimientos, verdaderos ejércitos enteros de este animal dispuestos a conquistar el mundo. La invasión había empezado.