Cuando la vaca Wizzie parió a Meg en la granja orgánica propiedad de Rosamund Young, le dijo que era la mejor y después empezó a lamerla mucho. Wizzie no se equivocaba con su ternera. Prueba de ello fue que, al llegar el invierno, Meg advirtió la gran cantidad de barro que había a su alrededor y, como no quería manchar sus patas, aprendió a subir los doce peldaños de piedra de Cotswold que daban al granero. Este hecho carecería de mayor trascendencia si no fuera porque se trataban de peldaños diseñados especialmente para impedir el acceso a las vacas. “Una mañana helada, a primera hora, la vimos detenerse en el peldaño más alto, bostezar y mirar a su alrededor mientras valoraba si valía la pena levantarse, o sea, bajar. Había pasado la noche cómodamente tumbada en el suelo de madera del granero, lejos del barro, el viento y las intimidaciones de otros animales”, relata Rosamund Young en La vida secreta de las vacas (Seix Barral). No sabemos mucho más de la vida de Meg. La versión inglesa de este libro superventas internacional se escribió hace ya algunos años y la autora no recuerda bien a todas las vacas que describe en su obra, recién publicada en España. En estos días, Rosamund está a otras cosas: sus ovejas están pariendo y trabaja a destajo en la granja que administra en Worcestershire, uno de los cuarenta y siete condados de Inglaterra, con capital en Worcester, que además tiene la peculiaridad de dar nombre a la salsa perrins, ideal para la carne de res.
Reconocen hasta 90 individuos diferentes y tienen mejores y peores amigas. También entre ellas se producen situaciones de ‘bullying’ por culpa del celo
Tan inteligentes como los pulpos
En cualquier caso, la ausencia de más datos sobre Meg tampoco debería representar mayor problema para advertirnos de que las vacas no son simplemente animales que proporcionan carne, leche y cuero para calzado. Se trata de mamíferos tan inteligentes como los pulpos, los elefantes y los delfines y eso lo saben, desde hace tiempo, granjeros y científicos. Una prueba de ello es el estudio sobre habilidades cognitivas de las vacas que, en 2015, Alexandra Green realizó en la Universidad de Sídney (Australia). Green descubrió que las vacas lecheras estaban capacitadas para seguir un sonido que, a través de las calles y encrucijadas de un laberinto, las llevaba al lugar exacto donde se encontraba su comida. Para lograrlo, la científica las entrenó durante un tiempo. Cuando realizó la prueba final, cuatro vacas consiguieron su objetivo y dos completaron un 75 % del recorrido. Y no solo son inteligentes, también son animales con profundidad emocional, como demuestra el hecho de que saben elegir a sus amigas dentro del rebaño. De hecho, sienten que algunas de ellas son sus mejores amigas. Esto lo sabemos a través de la investigación que Krista McLennan hizo para la Universidad de Northampton (Inglaterra). Seleccionó a varias vacas y las emparejó con sus mejores amigas, luego les cambió la compañía, durante 30 minutos, por bovinos que no conocían y, por último, las dejó aisladas y solas. Los resultados fueron sorprendentes. McLennan observó que sus vacas mostraban una frecuencia cardíaca y unos niveles de cortisol estables si se sentían acompañadas de sus favoritas. En cambio, las cifras se alteraban considerablemente al desaparecer su pareja del alma. “Es una realidad que las vacas quieren convivir con determinados miembros de su grupo social. Por ejemplo, en el momento del ordeño prefieren estar al lado de otra vaca que consideren especial. Como eso se les impida, darán menos leche. Pensemos que son animales capaces de reconocer a hasta 90 individuos diferentes”, explica Gustavo Levrino, profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza. Rosamund Young abunda en la misma reflexión en un pasaje de su libro: “Mi experiencia me permite afirmar que las vacas recuerdan a todas las personas que han conocido. Por lo que he podido constatar, todo sugiere que nos reconocen por nuestra voz, pero es posible que también se fijen en nuestro aspecto, nuestra forma de andar o incluso en nuestra altura”.
Además, no siempre están del mismo humor cuando se las ordeña. De eso sabía mucho el escritor británico D. H. Lawrence gracias a Susan, una vaca negra a la que ordeñó todas las mañanas, entre 1924 y 1925, en su rancho de Nuevo México (Estados Unidos). Como le puede ocurrir a cualquier persona, en ocasiones, Susan se despertaba con mal humor y demostraba su malestar balanceando la cola en la cara del escritor durante el ordeño. “Sé que lo hace a propósito porque me mira por el rabillo del ojo cuando le grito”, manifestaba el autor.
En Polonia, una vaca se fugó del matadero y nadó hasta una isla para correr libre: junto a una manada de bisontes salvajes
“Mis vacas no dejan de observar al chico que se encarga de ordeñarlas y limpiar sus camas. Cuando acaba el ordeño, los animales comen y beben agua. Después van rápido a estirarse en sus camas porque saben que están limpias. Si estuvieran sucias, se mantendrían en pie estresadas. A veces pienso que las vacas son más inteligentes que algunas personas”, razona Miquel Eroles, propietario de la ganadería Cal Marquet, ubicada en Pla de Sant Tirs (Lleida).
Cómo debería ser un robot pastor
Una opción que se empieza a valorar para incrementar tanto la felicidad de las vacas como su producción de leche viene de la mano de la robótica. Las pruebas, que se han realizado en Australia con el robot Rover, demuestran que una máquina puede convertirse en un excelente perro pastor y amigo de las vacas.
El prototipo ha sido desarrollado por científicos del Centro de Robótica de la Universidad de Sídney y tiene la cualidad de moverse a una velocidad estable. Es un aspecto importante, porque los animales se sienten relajados cuando la máquina pretende desplazarlos del campo a las instalaciones de ordeño. “Si se me hubiera planteado esta cuestión antes del pasado mes de febrero, habría manifestado un ‘no’ rotundo a los robots. Pero recientemente viajé a Jersey y visité una granja donde las máquinas hacen el ordeño. Su dueño me confesó que estaba encantado con el nuevo sistema porque los robots no pierden los nervios cuando las vacas hacen algo malo”, confiesa con humor Rosamund Young.
Marcan territorio como los perros
Las vacas no solo saben elegir a sus mejores amigas dentro de un rebaño, también establecen jerarquías a la hora de comer. Las novillas suelen ser las más sumisas, mientras que las vacas de mayor antigüedad y las más corpulentas ejercen como jefas del grupo. La voluntad de dominio se expresa mediante agresiones como cornadas, golpes de cabeza y empujones. Esto se aprecia con claridad a la hora de comer.
Las vacas dominantes acuden menos y comen más que las subordinadas. “Las vacas se marcan el territorio unas a otras de forma parecida a como lo hacen los perros. Con un cabezazo avisan a las jóvenes de que no van a entrar a comer hasta que ellas terminen. Pero esa circunstancia que forma parte de la interacción social no las convierte, en absoluto, en animales agresivos”, explica Pol Collell, responsable de la granja familiar El Campgran en la localidad de Rupit (Barcelona), donde tienen 185 vacas de ordeño de un total de 381 animales. Tampoco necesariamente las vacas dominantes ejercen como líderes dentro grupo. “Se suele elegir a un bovino con personalidad, capaz de romper una cerca y marcharse por las bravas, por ejemplo. El resto de las vacas verán este comportamiento y seguirán a la líder. Por eso creo importante que cuando se hagan los pasos por los ríos y riachuelos se utilicen como referencia los caminos que marcan las líderes”, comenta Olmedo Quintero, ingeniero agrónomo y zootecnista de la Universidad de Panamá.
“Mirando la cara de una vaca, sobre todo la expresión de los ojos, podemos descubrir aspectos de su personalidad, como ocurre con las personas”, dice Jaume Serrabassa, miembro del Comité de Jueces de CONAFE (Confederación de Asociaciones de Frisona Española). Él es uno de los profesionales que juzga la morfología de las vacas en los concursos que se organizan por toda la geografía española y europea. Algunos piensan que el concepto de ‘morfología’ representa lo mismo que la palabra ‘belleza’, como si las vacas desfilaran por una pasarela al estilo de los ‘ángeles’ de Victoria’s Secret y no es cierto. De hecho, a los ganaderos les molesta que se tenga una visión tan frívola de unos concursos donde se valoran las ubres, las patas, las caderas, la separación de las costillas y la capacidad de los animales para producir leche. “Hay vacas que sobre la pista se crecen, disfrutan y hacen todo lo posible por mostrarse bellas. En cambio otras, que amarradas en los establos destacan sobre sus compañeras, durante la celebración de un concurso se vuelven humildes y peores de lo que son en realidad”, señala Jaume Serrabassa. ¿Y cómo demuestran humildad? Pues caminando con la cabeza siempre baja y sintiéndose molestas cuando las miran y las tocan. “He tenido vacas a las que les traumatizaba participar en concursos hasta tal punto que dejaban de comer y no hacían nada por mantenerse en forma. Nunca he forzado a un animal para que haga algo que no quiera”, finaliza. Recientemente, en un concurso de belleza morfológica celebrado en Cataluña, Jaume presentó a una novilla algo díscola, rebelde sobre la pista. Vista la situación, Jaume le susurró al oído: “Bueno, quiero que te comportes como debes, por favor. Céntrate porque hoy no me encuentro bien de salud, me duele la cadera”. Casualidad o no, lo cierto es que el animal obedeció a Jaume y ganaron el concurso. “Siempre me quedaré con la duda de saber si realmente comprendió mi mensaje”, comenta Jaume.
Las “curiosamente asustadas”
Gracias al trabajo desarrollado por la profesora de la Universidad Estatal de Colorado Temple Grandin, hoy sabemos que existe un tipo de vaca que se podría definir como ‘curiosamente asustada’. Es decir, se trata de animales que sienten fascinación por cualquier nuevo acontecimiento que ocurra a su alrededor, pero al mismo tiempo se muestran aterrados. Las vacas más valientes se aproximarán primero para investigar el suceso. Caminarán hasta donde guarden cierta distancia y estirarán el cuello y la lengua para lamer el descubrimiento. Si logran saciar su curiosidad a base de lametones, se marcharán pasados unos 15 minutos. Temple Grandin hizo este descubrimiento gracias al autismo que padece, porque le permite pensar de forma totalmente visual, tal como hacen los animales. Ella percibe detalles que aterrorizan a las vacas como las sombras, los destellos de luz que emiten los metales o la entrada por un pasillo demasiado oscuro. Grandin trabaja todo lo posible para mejorar el bienestar animal aconsejando la eliminación de cualquier factor intimidatorio en los mataderos. Asegura que las vacas son capaces de sentir miedo igual que nosotros.
Es hora de salir por patas
Y si las personas tienen capacidad para rebelarse contra situaciones que consideran injustas, en Polonia dos vacas decidieron comportarse como lo harían los humanos tratando de salvar sus vidas. En febrero pasado, la primera de nuestras protagonistas se negó a entrar en el camión que la llevaba al matadero. La vaca rompió la valla de metal y cruzó un extenso terreno hasta llegar a la orilla del lago Nyskie. Cuando miró atrás y se dio cuenta de que la perseguían, se tiró al agua y nadó hasta alcanzar la orilla de una isla deshabitada. Un trabajador del matadero terminó con un brazo fracturado y otro más sufrió varios hematomas en un intento fracasado de atrapar al animal que luchaba sin cuartel por defender su libertad. La segunda vaca se escapó, en septiembre de 2017, para correr libre junto a una manada de bisontes en Bialowieza, último vestigio del bosque primigenio que cubría Europa hace milenios y que se encuentra entre Polonia y Biolorrusia. La vaca, de un año de edad, se ha convertido en un quebradero de cabeza para la comunidad de científicos polacos porque las relaciones sexuales que pudiera mantener con los bisontes provocarían una hibridación genética en una especie que se extinguió en libertad tras la Primera Guerra Mundial. Su recuperación, a partir de siete ejemplares de bisontes en cautividad, costó mucho esfuerzo. Mira que si todo se pierde por el sueño de libertad de una vaca cualquiera… Continúa la investigación sobre el lenguaje y la inteligencia de los animales que forman parte de nuestro menú diario. Veremos cómo lidiamos después con los resultados.