Hace 1,5 millones de años, en los humedales de Orce, Granada, había titánicos mamuts, imponentes hipopótamos, fieros tigres con dientes de sable, astutas hienas. Todas estas especies se han extinguido en el lugar. Sin embargo, la rana común se adaptó a las inclemencias del clima, y lo hizo aumentando su tamaño.

La protagonista de la investigación llevada a cabo en el ProjecOrce es la humilde rana común (Pelophylax perezi), tan común entonces como hoy en Europa.

En los últimos años, muchos trabajos científicos han puesto de manifiesto la capacidad de adaptación de los anfibios y reptiles definiéndolos como excelentes indicadores de los cambios ecológicos y climáticos que ocurren en los ecosistemas. En los yacimientos de Orce (Granada), mundialmente conocidos por sus relevantes aportaciones al campo de la evolución humana, el estudio de estos pequeños vertebrados da pista sobre el clima y los ecosistemas que habitaron nuestros antepasados.

Para poder analizar el tamaño de estos anfibios se han estudiado los húmeros fósiles de ranas verdes (P. perezi) de los yacimientos de Orce. Tomando medida de húmeros, los científicos deducen el tamaño que tenían las ranas prehistóricas que poblaban los lagos de la zona.

En el caso de los yacimientos de Orce, durante los periodos en los que el clima es frío y seco y las ranas tienen pocos recursos a su alcance, eran más grandes y así eran capaces de almacenar más energía, soportar las bajas temperaturas y aumentar su fertilidad, ya que las ocasiones para reproducirse escasean. Es decir: se prioriza la calidad de los huevos, aumentando así las posibilidades de los renacuajos de completar su desarrollo y sobrevivir.

Ranas más grandes

“Sin embargo, durante los periodos más favorables (cálidos y húmedos) en los que hay más recursos, las ranas no necesitan tener un gran tamaño y pueden invertir toda su energía en reproducirse en más ocasiones. En este caso, se prioriza la cantidad de huevos que se pueden poner durante la época de reproducción y no la calidad de los mismos. Además, durante estos periodos de abundancia los ecosistemas son más húmedos y ricos en especies vegetales por lo que las ranas no necesitan ser grandes para conservar la humedad. En cambio, cuando el clima es más seco, una mayor relación superficie-volumen disminuye la pérdida de agua por evaporación, favoreciendo así a los individuos de mayor tamaño”, señala Martínez-Monzón.

En cuanto a la diversidad de especies de anfibios y reptiles, el estudio realizado en la UGR permite comprobar que está directamente relacionada con los recursos que provee el ecosistema. Durante los periodos interglaciares (cuando aumentan los recursos naturales), la diversidad sube y, por tanto, también lo hace la competencia entre especies. Esto va en consonancia con el hecho de que las ranas inviertan gran parte de sus recursos en maximizar las oportunidades de reproducirse dejando un poco de lado el crecimiento somático.

“El estudio de la diversidad y del tamaño de los anfibios nos sirve para complementar y confirmar los resultados de las reconstrucciones paleoclimáticas y paleoambientales tan importantes para establecer el contexto de este y otros yacimientos arqueo-paleontológicos además de para comprender mejor los procesos adaptativos de estos vertebrados”, apunta el director del ProjectORCE.

Este trabajo ha sido liderado por Almudena Martínez-Monzón y Hugues A. Blain (IPHES, Tarragona) en el marco del ProjectORCE, coordinado por la Universidad de Granada (UGR) y dirigido por Juan M. Jiménez-Arenas, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología. El trabajo está disponible en la prestigiosa revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology. Cuenta con financiación de la Dirección General de Patrimonio Histórico y Documental de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico (Junta de Andalucía).

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