La ejecución de la pieza fue casi perfecta, y eso que a Roger Frisch le habían levantado la tapa de los sesos. Los cirujanos de la Clínica Mayo le colocaban unos electrodos para tratar un temblor en las manos que amenazaba más de treinta años de carrera musical, y él quiso demostrar mientras le operaban que la cirugía no afectaba a sus cualidades musicales. Las notas de su violín fueron recibidas con aplausos en el quirófano, un día después de la intervención ensayaba con normalidad, y un mes más tarde ya da conciertos con su orquesta.
Redacción QUO