Dejar el alcohol no es un proceso fácil. El duro proceso de desintoxicación requiere de un esfuerzo y compromiso plenos por parte de la persona que quiere abandonar una vida en la que el licor era el centro de su vida. El consumo excesivo de alcohol es el origen de más de 200 enfermedades y provoca cada año 3.3 millones de muertes en el mundo. De ahí la importancia de saber de primera mano cómo afecta realmente a nuestro cuerpo, y parece que lo hace más de lo que se presuponía.
Investigadores del Instituto de Neurociencias de Alicante y el Instituto Central de Salud Mental de Mannheim, en Alemania, han demostrado que los daños cerebrales producidos tras dejar de beber siguen progresando incluso 6 semanas después de haber probado la última gota. Según un estudio publicado en la revista JAMA Psychiatry, al parecer, sigue habiendo cambios evidentes en la material blanca del cerebro. Así que cae por tierra la idea de que las alteraciones del cerebro se normalizaban inmediatamente después de abandonar el consumo.
Para llegar a esta conclusión, el equipo realizó resonancias magnéticas a más de 90 pacientes voluntarios internados en un hospital alemán dentro de un programa de rehabilitación. Lo bueno es que, al controlar su consumo de sustancias adictivas, resultó más fiable saber cómo era su progreso a lo largo de la semanas y cómo se transformaba su cerebro: «Se puede hacer un seguimiento fiel de la fase de abstinencia, un periodo crítico porque las recaídas llevan a cronificar el consumo de alcohol», apunta Santiago Canals, experto del Instituto de Neurociencias y coordinador de la investigación.
Otro estudio paralelo
El equipo también ha monitorizado cómo es el proceso de transición de un sujeto abstémico a persona con dependecia al alcohol. Para ello, se ayudaron de ratas a las que les inducieron un interés por beber alcohol: «Al consumirlo se produce un cambio generalizado en la sustancia blanca, es decir en el conjunto de fibras que comunican distintas partes del cerebro», destaca Canals.
Eso sí, las alteraciones son más intensas en el cuerpo calloso (relacionado con la comunicación entre ambos hemisferios) y la fimbria (que contiene las fibras nerviosas que comunican el hipocampo, estructura fundamental para la formación de memorias).
Ahora los investigadores tratan de analizar los procesos inflamatorios y degenerativos de manera independiente y más precisa. De esta forma, por ejemplo, podrán entender mejor la progresión durante la fase de abstinencia temprana en personas con problemas por abuso de alcohol.
Fuente: SINC
Alberto Pascual García