Pregunta: ¿Podríamos los humanos vivir durante meses sin comer, como el oso?
Respuesta: Tanto tiempo, no, pero sí tenemos reservas para unas 6 a 8 semanas de ayuno. Lo que no podemos es pasar más de una semana sin beber.
Pregunta: Entonces, ¿no somos capaces de imitar su hibernación? ¿Es que no funcionamos igual?
Respuesta: El proceso es el mismo: primero gastamos la glucosa (tardamos unas 4 horas). Si no volvemos a comer, tiramos de la reserva de glucógeno [“paquetes” de glucosa] del hígado (otras 4 horas). Si se acaba, hacemos como el oso, empezamos a quemar grasas. El hombre tiene un genotipo que llamamos “ahorrador”, heredado de nuestros orígenes: tendemos a acumular energía en forma de grasa por si llega la escasez de alimentos.
Pregunta: Pero no estaban obesos (ni los osos)…
Respuesta: No, porque solamente comían alimentos naturales y hacían ejercicio precisamente al buscar comida y demás. Pero hoy día, los factores ambientales, como los malos hábitos alimenticios y la falta de ejercicio físico, hacen que almacenemos una grasa que luego no usamos.
Pregunta: Por lo tanto, ¿es cierta esa frase tan oída de: “Me cambió el metabolismo”?
Respuesta: No, no. Nuestro metabolismo no cambia porque está en nuestros genes. Lo que varía es que esos factores pueden desactivar algunos genes que intervienen en el proceso y “despertar” otros. Hay que recordar que hay 300 genes implicados en el problema de la obesidad.
Pregunta: ¿Y se puede revertir el proceso para que los genes actúen como deben?
Respuesta: Claro que sí. Mediante dieta y ejercicio se puede lograr que los genes que dejaron de actuar se pongan en marcha, y viceversa.
Pregunta: ¿La mayoría de los obesos lo son por causas ambientales o de origen genético?
Respuesta: Ambientales, claramente; sobre todo, la falta de ejercicio y el exceso de calorías. Diría que ni un 5% de los pacientes que atiendo lo es por razones puramente genéticas.
Redacción QUO