El estrés es el gran enemigo del corazón y de la salud en general. A largo plazo, sus consecuencias son devastadoras. El modo de manejarlo a través de psicoterapia, fármacos u otro tipo de técnicas es uno de los objetivos prioritarios en los sistemas de salud. La buena noticia para los 260 millones de personas en el mundo que han sufrido algún trastorno asociado a este estado durante el último año llega de un grupo de científicos de la Universidad de Colorado que aseguran estar muy cerca de una vacuna contra el estrés.
Los investigadores han aislado un patrón molecular único dentro de una bacteria no patógena que crece en la tierra. Se trata de Mycobacterium vaccae, que vive en el suelo y se ha mostrado muy prometedora en la investigación de la salud. Los hallazgos sugieren que un tipo específico de grasa dentro de ella podría ser la razón por la que la exposición a esta bacteria aparentemente favorable en el suelo puede ser beneficiosa para el ser humano.
Viejos amigos
Quizás los humanos evolucionaron conjuntamente con un grupo de microorganismos útiles, pero su pérdida en el contexto moderno podría haber ocasionado un aumento de enfermedades alérgicas y autoinmunes. «La idea es que a medida que los humanos nos hemos alejado de las granjas y de un entorno agrícola, cazador y recolector, hemos perdido el contacto con organismos que sirven para regular nuestro sistema inmunológico y suprimir la inflamación inapropiada», opina el neuroendocrinólogo Christopher Lowry, de la Universidad de Colorado.
«Eso nos ha puesto en mayor riesgo de enfermedades inflamatorias y trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés». Lowry ha investigado la bacteria M. vaccae durante años. En un estudio anterior descubrió que, en un grupo de ratones machos con una conducta más agresiva, una dosis inyectada previno la aparición de reacciones inducidas por el estrés en los animales. El riesgo de padecer síntomas asociados fue un 50% menor. Sin embargo, existían muchas dudas. Una de las cuestiones era saber cuáles son los componentes críticos de las bacterias que parecen beneficiar al huésped, según Lowry.
En el nuevo estudio, los investigadores aislaron y sintetizaron químicamente un ácido graso llamado ácido 10 (Z) -hexadecenoico, para determinar cómo interactuaba con las células inmunes. Cuando trataron las células con ácido 10 (Z)-hexadecenoico, estas pudieron resistir mejor la inflamación.»Al ser absorbidos por las células inmunitarias, liberan lípidos que se unen a este receptor y cierran la cascada inflamatoria».
Falta mucho más trabajo para ver si el mismo efecto podría replicarse en humanos. Si fuese posible, los investigadores dicen que este descubrimiento podría ayudar a desarrollar una vacuna contra el estrés para ayudar, sobre todo, a las personas con alto riesgo de desarrollar un trastorno de estrés postraumático. Sus resultados han sido publicado en Psychopharmacology. Lowry se muestra bastante optimista y calcula que en 10 o 15 años podría estar disponible. «El poder de la naturaleza continúa sorprendiéndonos como científicos y esperamos aprender más», concluye.
Marian Benito