El cuerpo de Usain Bolt se convierte en un altavoz que lanza mensaje alto y claro al comienzo de cada carrera. “No os tengo miedo, no podréis detenerme. Os voy a ganar a todos”, parece decir a través de su locuacidad corporal. Todos sus adversarios entienden sus mensajes. Lo que no saben es que, mientras su aspecto exterior envía señales intimidatorias, las neuronas de su corteza cingulada anterior (CCA) ya han tomado la salida de la particular carrera que caracteriza la conducta competitiva. Es en esta zona situada detrás de los ojos donde cada atleta decide si todos sus sacrificios valen la pena llegar a ser el más rápido, el más alto y el más fuerte.

La región de la corteza frontal del cerebro ya se había vinculado a la toma de decisiones, pero su relación con la competitividad no se había tenido en cuenta hasta ahora. “Esto es un tanto sorprendente, dado que este tipo de esfuerzo predomina en la naturaleza y la CCA parece bien posicionada para codificar el esfuerzo competitivo social”, indican los investigadores que han alcanzado la conclusión en un experimento con ratas de laboratorio, cuyo trabajo ha llegado al público a través de la revista Nature Neuroscience.

En el caso de los atletas olímpicos la meta es la medalla de oro, con toda la gloria que trae consigo. En el caso de las ratas que participaron en el experimento de los científicos de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, la competencia dirimiría quién se llevaba a la boca más cereales cubiertos de chocolate.

Los científicos enfrentaron a los animales a diversas pruebas en las que podían conseguir un pequeño premio sin tener que vérselas con un congénere y a otras situaciones en las que la competencia sería necesaria, pero el premio sería mayor. Mientras tanto, medían la actividad de las neuronas de la CCA.

Las ratas agredían y empujaban a sus oponentes como si fuera un combate de boxeo. También tejían estrategias para alejar la comida de sus contrincantes, como en una partida de ajedrez. Pero solamente aceptaban competir si consideraban que el balance coste beneficio les era favorable.”Las neuronas de la CCA eran sensibles a cambios sutiles en la fuerza del contrincante, y registraban las ratas dominantes o muy motivadas como una opción de mucho esfuerzo y poco beneficio”, continúa el artículo.

Los resultados de la investigación “en teoría proporcionan un atisbo a lo que puede suceder en nuestro cerebro, ya seamos atletas olímpicos muy competitivos o si solo compitamos por la última cinta de correr del gimnasio”, explica la investigadora Kristin Hillman. Además, la señal neuronal captada en los experimentos “podría ser importante tanto para dirigir el comportamiento competitivo como para mantenernos alejados de situaciones de riesgo en las que, a pesar de que la recompensa pueda ser grande, el coste potencial es demasiado elevado”, concluye.

Andrés Masa Negreira