Las cubiertas de papel para tazas pueden ser como un ángel de la guardia para el trasero, pero, para empezar, solo si la taza está seca. Cuando la cubierta se coloca sobre una taza húmeda, lo que hace es transmitir las bacterias y los virus a la piel.
La buena noticia es que es poco probable que contraigamos una enfermedad por el simple hecho de sentarnos sobre una taza con agentes patógenos. Ni el virus de la gripe ni la bacteria causante de la amigdalitis son peligrosos hasta que entran en contacto con las membranas mucosas, algo fácil de evitr si nos lavamos las manos con jabón antes de tocarnos la boca o los ojos (algo que ya haces ¿verdad?) La mayoría de los virus de enfermedades de transmisión sexual mueren al entrar en contacto con el aire (excepto el del herpes, que pueden vivir unas horas, y el de la hepatitis B, hasta siete días).
Para contraer una enfermedad, la parte expuesta debería tener algún tipo de herida que permitiera la entrada del virus. Así que si tus posaderas están inmaculadas y el «factor repugnancia» no te obsesiona, toma asiento.
Redacción QUO