Soy el hipotálamo de Juan Scaliter. Se me considera el centro integrador del sistema nervioso del autor de este texto. Regulo su homeostasis (el equilibrio del organismo). Administro el hambre (lo quehago bien, vista la constitución del menda), la saciedad (en esto puede que falle, considerando los kilos extras), controlo su sueño, influyo en su crecimiento e impulsos sexuales (alterados en época estival, cuando las señoritas muestran mayor proporción de dermis y de silueta). Tengo un papel importante en funciones psíquicas como la hiperexcitabilidad y la depresión. Finalmente, para no agobiarte, también estoy a cargo del objeto de este reportaje: la temperatura. Esto quiere decir que no solo soy el jefazo a la hora de difundir el calor y equilibrar su temperatura interna, además soy el coordinador del sistema nervioso autónomo: el responsable de traducir las señales del medio ambiente.Si el calor no es extremo, me aprovecho de él. Así lo asegura María Jesús Álava Reyes, autora de La psicología que nos ayuda a vivir: “Con el verano mejora nuestro estado de ánimo, descansamos mejor y aumenta la deshinibición. Se perciben las cosas con más tolerancia.

La sensación de tiempo libre, por las jornadas intensivas, que influyen una barbaridad, crea la ilusión de mayor libertad. Al salir de trabajar aún es de día. Y eso genera un sentimiento de ser dueños de nuestro tiempo”. Pero entonces llega la ola de calor y los hipotálamos, en general, nos alteramos disparando diferentes reacciones. Cada cuerpo responde de modo diferente al clima, dependiendo de la edad, sexo y estado de salud. Estas respuestas están íntimamente ligadas al sistema endocrino, el conjunto de glándulas que regula las hormonas que producimos en el cuerpo y nuestro humor… el bueno y el malo.
Valentín Martínez-Otero, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, lo aclara: “No se trata de dolencias, sino de reacciones meteorotrópicas. De lo que no hay duda es de que el ambiente repercute en la conducta”.

Somos seres climáticos
Entonces, como hipotálamo, yo pregunto: ¿tanto nos determina el clima? Y me responde el profesor José Miguel Raso Nadal, de la Universidad de Barcelona, autor de El clima y la salud: “La meteorología nos influye en un 90%. Aunque, la verdad, es muy poco lo que aún sabemos de sus mecanismos.”
En general, los científicos aseguran que entre un tercio y la mitad de la población es meteorosensible, y que el clima afecta a nuestras relaciones. Prueba de ello es que uno de cada tres divorcios en España tiene lugar en verano, según afirma el psicólogo Antonio de Dios, responsable del área de Psicología del Hospital de Marbella. Y Álava Reyes lo confirma: “Que sea después del verano cuando se producen mas separaciones nos lleva a preguntarnos si pasaría lo mismo en el caso de que las vacaciones no se dieran en medio de ese calor.”

Pero el aumento de este no solo influye en los divorcios. Para José Luis Labajo Salazar, físico y experto en cambio climático de la Universidad de Salamanca: “El incremento de temperatura implica problemas psíquicos im­portantes: depresión, irritabilidad, problemas de sueño…” A estos síntomas se les suma apatía, impaciencia, ansiedad. Y según Alonso Fernández, Dr. Honoris Causa de la Universidad de Oporto, Portugal: “También acentúa la impulsividad, ya que crea actos que no se controlan. Como si la libertad de las personas se inhibiera: unos se vuelven impulsivos, otros apáticos. En los primeros, este impulso se transforma en violencia.”

Pero ¿por qué el calor produce todas estas alteraciones? Las teo­rías se acumulan. José Luis Dobato, neurólogo del Hospital de Alcorcón, cuenta que: “Para ver cómo funciona un nervio, probamos la velocidad a la que se transmite un impulso. La prueba se realiza en un ambiente con una temperatura de entre 20 y 28 grados, o el estudio se altera: los nervios no actúan en su situación ideal. Si esto sucede a nivel periférico, lo mismo debería ocurrir a nivel central. Son neuronas, y no funcionan bien a altas temperaturas”. Mientras tanto, para Labajo Salazar: “Aún no se ha encontrado la explicación, pero sí la relación entre altas temperaturas, vientos cálidos y secos, y estos comportamientos. Así, las influencias más claras son la presión, la temperatura y la humedad”. Dos experimentos lo confirman. Los países europeos con mayor tasa de suicidios (Lituania, Rusia, Bielorrusia, Letonia y Estonia, según la Organización Mundial de la Salud), están entre los que menos luz solar tienen. Y, excepto Inglaterra, los países mediterráneos son los que tienen un índice más bajo.

El segundo indicador es el fohn, un viento cálido germánico que, informa Labajo Salazar: “Está relacionado con el aumento del número de suicidios. Y es que el clima extremo propicia conductas extremas.” Pero el campo de Labajo Salazar es la Física. Y se nota. “Está bastante probada la relación entre iones negativos y bienestar. Los vientos cargados con iones influyen de acuerdo con su carga, positiva o negativamente, en nuestro ánimo. Pero tampoco sabemos por qué”. Aunque Alonso Fernández puede que tenga una segunda explicación: “Esto sucede porque hay una alteración del funcionamiento de las neuronas y la irrigación cerebral se modifica. Por eso ocurren estos comportamientos.”

La culpa es de la serotonina
Finalmente Antonio Bulbena,de la Universidad Autónoma de Barcelona y único español que ha publicado un trabajo sobre este tema, plantea otra alternativa: “El porqué no se sabe en detalle, pero parece que puede estar relacionado con personas que tienen una regulación anómala de la serotonina.”
Hace medio siglo, los científicos descubrieron que la luz solar influye directamente en la actividad de la serotonina, un neurotransmisor producido por la hipófisis (prima cercana del hipotálamo) y responsable de moldear nuestros estados de ánimo. “Seguramente sea este neurotransmisor, o los circuitos que gobierna, los más vulnerables. En algunas personas funciona mal, y esa es la causa más probable.”
¿Cómo podemos, entonces, frenar los efectos del calor? Los expertos proponen distintos remedios. Dietas hipocalóricas y más descanso (Alonso Fernández), más jornada intensiva (Álava Reyes) o reducir la actividad física y usar ropa de fibras naturales (Martínez Otero).

Soy un hipotálamo, y visto lo leído, asumo que soy hipersensible al clima, al igual que la mayoría de mis congéneres. Como mi cometido es regular el estado de ánimo, necesito evitar los cambios bruscos de temperatura, protección ante los iones positivos, nada de ejercicio físico en las horas tórridas y una chocolatina de vez en cuando. Por la serotonina, se entiende.

Lo + positivo
Cuando la temperatura exterior no sobrepasa la interna, se podría decir que el cerebro funciona en su estado ideal. La luz solar, al entrar en la retina, estimula la producción de serotonina y dopamina. Y mientras la primera incrementa nuestro buen humor, la dopamina es la hormona encargada de estimular la libido. De ahí que el verano sea… estimulante.

Lo + negativo
Nuestro cerebro tiene un margen de temperatura muy estrecho en el cual es “operativo”: entre 35 y 40 grados centígrados trabaja de modo adecuado. Por encima de esta temperatura, las enzimas que produce no trabajan adecuadamente. De hecho, no hacen nada en absoluto, y el organismo entra en un caos interno cada vez más difícil de revertir.

Por si fuera poco
El calor nunca viene solo. Y a veces lo hace mal acompañado, ya sea por la humedad, por la lluvia o por el viento. Es­tos factores contribuyen a aumentar los efectos nocivos delcalor o, en algunos casos como el de la lluvia, son eficaces barreras contra las altas temperaturas.

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Humedad
Los días con alto índice de humedad llevan al cerebro a una suerte de letargo que causamayor tiempo de reacción, irritabilidad y somnolencia.

Presión
Investigadores ucranianos han descubierto que oscilaciones de baja frecuencia en la presión influyen en la actividad mental causando cambios en los niveles de atención y memoria.

Viento
No se sabe por qué nos afecta; podría deberse a su carga eléctrica: un viento con iones negativos causa buen ánimo, y viceversa.

Lluvia
Los días oscuros y lluviosos estimulan la producción de melatonina, que de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos causa síntomas de depresión.

Juan Scaliter