Tradicionalmente, la esencia del estío se simboliza de forma alegórica por medio de una hermosa mujer semidesnuda, con una corona de espigas y que sostiene un cuerno de la abundancia. Un modo inmejorable de expresar que los meses veraniegos son idóneos para descansar y disfrutar de la sensualidad, pero también para hacer buenos negocios.

A quitarse la ropa
Desde las obras de Chéjov a películas como Verano del 42 (1971), el estío siempre ha sido representado como un período favorable al erotismo y al despertar de los sentidos. La realidad avala el mito, porque, según cifras del Informe Durex, el 80% de los adolescentes vive su primera experiencia sexual durante el período estival, y las fantasías eróticas se triplican respecto a otras épocas del año.
El aumento de la libido en el verano (aparte de las razones fisológicas) es potenciado por estímulos sensuales que nos llegan del exterior. El principal de todos, seguramente, es la moda de la temporada, que empuja a quitarse la ropa o a lucir transparencias que dejan entrever las formas corporales.

Para esta industria, el gran negocio de la estación está en la venta de trajes de baño; sobre todo, bikinis. La venta total de bañadores dejó unos beneficios de 115 millones de euros.
Pero los placeres veraniegos no se limitan al sexo. El escritor mexicano Juan Rulfo decía que existen pocas cosas más gozosas que beber una cerveza muy fresca en los días de mucho calor.

De Sumeria a Candanchú
Un gozo que ya conocían los sumerios: se reunían durante las tardes calurosas en lugares umbríos para beber zythum, refresco elaborado con malta, azafrán, miel y jengibre.
Actualmente, el aumento de temperatura sigue influyendo directamente sobre el consumo de bebidas. Por eso, Carlos Rigalt, portavoz de la FEAB, Federación Española de Fabricantes de Alimentos y Bebidas, asegura que: “Si la temperatura media de este verano sube un grado, venderemos 2,3 millones de cervezas más que el año pasado”. Así, en España se consumieron 4.887 millones de litros de refrescos (incluyendo cervezas), lo que supuso un aumento del 2,5% respecto a las ventas del año anterior.

Tampoco se queda corto el gremio de los heladeros, que vendió nada menos que 200 millones de kilos de este producto. Dado que este invierno se necesitaron 200.000 kilos de nieve artificial para poder abrir las pistas de esquí de Candanchú, entenderemos que la cantidad de helado que nos comimos los españoles es similar a la de toda la nieve necesaria para cubrir 1.000 estaciones tan grandes como la catalana.

Miedo al calentamiento global
El cuerno de la abundancia de la diosa del verano también derrama sus dones sobre el sector de los electrodomésticos, gracias al aire acondicionado. Los ingresos por venta de aparatos de refrigeración superaron los 680 millones de euros, y las perspectivas este año son aún mejores. ¿Por qué? Por el miedo al cambio climático.
Las ventas veraniegas de aparatos de aire acondicionado representan el 97% del total anual. Según Ignasi Moreres, de la Asociación de Fabricantes Españoles de Climatización: “Se está hablando tanto sobre el calentamiento global que muchas personas piensan que se avecina un verano más caluroso de lo habitual”.
Ese superávit de aparatos de aire acondicionado se traduce en un aumento del gasto eléctrico y en elevados beneficios para las empresas del sector. Endesa (la número uno) facturó 1.756 millones de euros, y su competidora, Iberdrola, 817,8 millones.

Baja la música, sube el cine
Desde finales de la década de 1950, la industria discográfica dormitaba de junio a septiembre, y los lanzamientos se reducían a la llamada “canción del verano”, pero hasta ese fenómeno está en decadencia.
Si un superéxito veraniego como Macarena vendió diez millones de copias, el famoso Aserejé no pasó de las 500.000. Hay quien afirma que la canción del verano ya no se forja en las discográficas, y que ahora surge de las entrañas de internet por medio de YouTube, como demostró el inesperado éxito de Opá, yo vi hazé un corrá. Aun así, la cantilena del Koala no vendió más de 40.000 copias.
Todo esto demuestra que, “en vacaciones”, asegura Joe Lerry, subdirector de la revista Rolling Stones, “la fórmula para hacer dinero está en las giras y en la venta de camisetas y recuerdos”.
Pero si la industria musical ha ido a menos, la cinematográfica ha revivido de forma brutal. Durante años, las productoras creyeron que el calor veraniego alejaba a la gente de los cines, y aprovechaban para estrenar los títulos más grises de sus catálogos, o reponer clásicos.

Todo eso cambió en 1977: en julio, la Fox estrenó una película en cuyo éxito pocos confiaban, La guerra de las galaxias. La cinta arrancó tímidamente el primer fin de semana, solo 15.000 dólares en 44 salas. Pero se fue corriendo la voz, y tres meses después ya era la película más taquillera de la historia.

Vicente Fernández López