Investigadores de la Universidad de Berkeley (California), han descubierto que la falta de sueño puede tener un papel clave en activar ciertas regiones del cerebro gradualmente que contribuyen a la preocupación excesiva.
Según se explica en la investigación publicada en Journal of Neuroscience, cuando estamos privados de sueño se saturan las zonas vinculadas a las emociones (amígdala y corteza insular), lo que aumenta la posibilidad de anticipar la ansiedad. Según los investigadores, «el patrón resultante imita la anormal actividad neuronal ya vista en procesos de ansiedad».
Por otra parte, la investigación sugiere que aquellas personas que tienden a preocuparse de forma natural -personas nerviosas por naturaleza más propensas a tener trastornos de ansiedad-son más vulnerables a sufrir insomnio y un mayor daño en estas zonas. «Estos resultados nos ayudan a saber que las personas que están nerviosas y preocupadas por naturaleza, son las que sufrirán más daño a consecuencia de la privación del sueño» afirma Matthew Walker, profesor de psicología y neurociencia de la Universidad de Berkeley y autor principal del artículo.
Los resultados también indican que las personas que sufren de enfermedades tales como el trastorno de ansiedad generalizada, ataques de pánico o trastorno de estrés post-traumático, pueden beneficiarse considerablemente de métodos efectivos y no invasivos como la terapia del sueño.
Redacción QUO