El olor a incienso inunda la pequeña habitación. El sol apenas entra por las persianas. Destaca la fila de sillas rojas colocadas frente a una pizarra. En una de ellas, Sandra Frich –de 37 años, directora de marca de una compañía internacional, espera su turno en un centro especializado en meditación trascendental. Al fondo, sobre una mesa con mantel blanco, destaca la imagen de Guru Dev, quien instauró las bases de la meditación trascendental. Hoy es el día de su iniciación en esta técnica de meditación. Para ella es una opción para “curarse del estrés” y aliviar su hipertensión.

Sandra es una de las miles de personas que cada día se inician en alguna técnica de meditación. En 2007, un informe del Gobierno federal de Estados Unidos registró que ya meditaban más de 20 millones. Hoy la cifra se ha más que duplicado y se estima que ha ascendido a 50 millones.

En términos generales, la meditación es una práctica que ayuda a centrar la atención en un tema, o mantra. Entre las técnicas más comunes están la budista, la zen, la tántrica y la trascendental, o MT, cuyo objetivo es llegar hasta lo que llaman “campo unificado” mediante la repetición de un mantra.

Sandra permanece sentada y con los ojos cerrados. Su profesora le ha dado un mantra que deberá repetir, en silencio, durante toda la meditación. Mientras lo hace, siente una presión entre la frente y la nariz, se le agudizan los sentidos. Poco a poco, su respiración y ritmo cardíaco se tranquilizan.

Lo que Sandra experimenta es la activación de sus lóbulos frontales. El cirujano español Mario Alonso Puig, defensor de la meditación, especifica: “Lo que se activa es el área prefrontal izquierda; allí residen las emociones positivas como la alegría y el entusiasmo. La Universidad de Harvard (donde Puig es profesor) ha demostrado que esta técnica reduce la hipertensión arterial y mejora el sistema inmunitario”.

Durante los primeros tres minutos de meditación, las ondas alfa de la corteza frontal inferior se hacen más fuertes, y sus ondas gamma y beta disminuyen. Las ondas alfa, afirma el doctor Fred Travis, director del Centro para el Cerebro Cognitivo de la American Medical Association, son las que le dan coherencia al cerebro. Con la meditación, asegura, se incrementan al doble. Al pasar el minuto 10, la respuesta al estrés se reduce, pues desciende la producción de la hormona glucocorticoide. A los 15 minutos, según el doctor Travis, el cerebro está inmerso en una ola de calma y las áreas frontales y prefrontales están más organizadas, lo que mejora la concentración y la toma de decisiones.

Para realizar sus investigaciones, el doctor Travis utilizó imágenes de encefalograma. Estos estudios confirman cómo funciona el cerebro al practicar la MT. También halló que las personas que meditan de forma cotidiana –por lo menos 20 minutos al día, durante más de tres años– cuando están en el trabajo o en la escuela registran una actividad cerebral igual que la que presentan al meditar.

Solomon Snyder, jefe de Neurología en la Universidad Johns Hopkins, opina que así como se habla de los beneficios de la meditación, también se debe informar de que no soluciona todos los problemas. “Muchos de los que asisten a los cursos”, explica Snyder, “lo hacen pensando que habrá un milagro, que vivirán como Matthieu Ricard, considerado el hombre más feliz del mundo (tras años de estudio de su cerebro). Pero para lograrlo, Matthieu cambió su vida, y eso le llevó años”.

Paralelamente, otro investigador de la Universidad Johns Hopkins, Madhav Goyal, revisó 47 estudios científicos sobre meditación y concluyó que, aunque los efectos “son moderados, resultan comparables con los que se pueden esperar de los antidepresivos, pero sin las toxicidades asociadas”.

Redacción QUO