La mayor fuente de satisfacción de MP, una maestra de educación infantil de 40 años, era transmitir a los más pequeños el amor por la lectura. Su especialidad, precisamente, era enseñar a los niños a leer y narrarles historias.

Pero todo esto cambió un jueves por la mañana cuando se encontraba de pie frente a una docena de niños y, al echar la vista sobre el libro, no pudo articular palabra. Las frases que antes le eran tan familiares ahora se habían convertido en un jeroglífico imposible de descifrar. Era la misma historia que llevaba años leyendo, pero aun así comprobó que se trataba de su cuaderno de siempre, y el pánico terminó por apoderarse de ella cuando descubrió que también era incapaz de leer las letras que había preparado para adornar su clase por Halloween, ya a la vuelta de la esquina.

“No podía”, apunta con tristeza en la publicación científica de su caso, “¿cómo iba a seguir con mi trabajo?” Así que cogió la baja hasta descubrir qué pasaba.

Los días siguientes surgieron más dificultades. Descubrió que era incapaz de saber la hora que era en un reloj, y tardó casi toda una mañana en hacer la maleta para trasladarse a casa de su madre. En estas condiciones, no podía seguir viviendo sola. Además, cada día que pasaba notaba que necesitaba hacer mayores esfuerzos para encontrar las palabras, y su pensamiento se había ralentizado mucho. Convencida por su madre, MP fue al hospital más cercano, donde, después de muchas pruebas, los médicos le informaron de que el origen de todo era un accidente cerebrovascular.

[image id=»63660″ data-caption=»El pionero. El primero en describir el síndrome de alexia sin agrafía fue Joseph Jules Déjerine, que escribió sobre dos pacientes con lesiones también en el giro angular derecho, es decir, la “zona del lenguaje”.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Y como consecuencia, padecía alexia sin agrafía, comúnmente conocida como ceguera de palabras. Se trata de un síndrome neurológico raro, cuyos enfermos se vuelven incapaces de leer, pero sí pueden escribir y comprender el habla. Sin embargo, quienes lo padecen también pueden sufrir hemianopsia derecha (pérdida de visión lateral derecha); anomia del color (impide reconocer los colores por su nombre) y diversas apraxias (desórdenes del habla). Aunque este síndrome puede tener su origen en daños en varias partes del cerebro, el de MP está muy localizado en la zona del lenguaje. Su primera reacción fue autoenseñarse, como lo había hecho con los niños, pero no tuvo éxito. Ahora se ha resignado a vivir sin leer y está pensando en escribir un libro con su historia.

Redacción QUO