Los más de mil fallecidos en África por el brote de ébola son sin duda el centro de esta tragedia. Pero la epidemia tiene otra cara más material, mas crematística, que ha hecho saltar todas las alarmas. Se trata, por supuesto, de la económica, ya que se han disparado los temores de que la pandemia pueda afectar seriamente al desarrollo de los países afectados.

Así lo cree Manji Cheto, analista de riesgos financieros y vicepresidenta de la empresa Teneo Holdings, especializada en los mercados de la costa oeste de África, quien afirma que: “Aunque aún es pronto para valorar el impacto económico de la epidemia, si se prolonga en el tiempo, las consecuencias serán duras. Para algunos países, incluso devastadoras”.

Hay que señalar que no todos los especialistas están convencidos de que una pandemia provoque forzosamente un crac económico. El analista financiero y editor de la revista Hulbert Financial Digest pone como ejemplo lo sucedido durante la llamada epidemia de gripe española en 1918 y 1919. “Lejos de hundirse, el mercado financiero creció”, explica el experto. “Evidentemente, este tipo de análisis no es una ciencia exacta, y las circunstancias que rodearon a aquel suceso no tienen que ser extrapolables necesariamente a la situación actual”.

Pero lo cierto es que las primeras señales que lanza el mundo real no son tranquilizadoras. Las empresas mineras con explotaciones en algunos de los países afectados por el virus, como Guinea-Conakry, Liberia y Sierra Leona, ya han experimentado un descenso del 18% en su cotización. Y eso que solo dos de ellas han suspendido su actividad industrial. Se trata de la brasileña Vale y la israelí BSGR. Otro sector que ha reflejado de manera inmediata los efectos de la epidemia es el del transporte aéreo. Dos de las compañías regionales, Asky Airlines y Arik Air (la primera de ellas nigeriana y la segunda de Lagos) ya han suspendido indefinidamente todos sus vuelos a Liberia y Sierra Leona. Si tenemos en cuenta que ambas rutas suponían casi el 30% de su negocio, es fácil entender, como informa un portavoz de Asky, que: “Todavía no ha habido despidos. Pero los habrá si se prolonga la situación de alarma”.

“Estos malos datos coyunturales no se pueden generalizar todavía”, asegura Gaimin Nonyane, analista macroeconómico de Ecobank Research Group. “Tiene que pasar más tiempo para que podamos afirmar sin riesgo de ser alarmistas que la epidemia está provocando un deterioro sustancial de la actividad económica de los países afectados”. Una opinión prudente que no comparten, por ejemplo, las Autoridades de Guinea-Conakry, que aseguran que, tras el estallido del brote de ébola, el crecimiento económico de este año será, con suerte, casi un punto y medio inferior al del año anterior. Aunque, nuevamente, Gaimin Nonyane matiza este dato: “La cifra no es buena, pero, no creo que se deba únicamente al ébola; este año ha coincidido también un enfriamiento en el precio de los minerales y una disminución en la demanda de diversos bienes de consumo. Factores que ya estaban ahí antes de que el virus desatase su estela de terror”.

Pero, aunque la macroeconomía sea capaz de resistir finalmente el impacto del “factor miedo”, las cosas son muy diferentes en la realidad económica de a pie. Y los ciudadanos de Guinea, Liberia y Sierra Leona ya están notando de forma angustiosa las consecuencias de esta tragedia en sus bolsillos. Les sucede, por ejemplo, a los carniceros. El temor a que el virus pueda transmitirse comiendo carne de animales infectados ha provocado una disminución radical en la demanda de este producto.

Mabel Marktu, una empresaria nigeriana dedicada a la venta de productos cárnicos, afirma que el negocio se ha derrumbado: “El ébola ha asesinado literalmente nuestra forma de ganarnos la vida. Las ventas diarias han caído en menos de un mes hasta un 40%, y esto va a más”. El principal matadero del país ha sido clausurado momentáneamente. Y la carne no es el único producto afectado. Los comerciantes de Guinea-Conakry que exportan bananas a otros puntos de África han tenido que tirar su mercancía, ya que nadie quiere comprar las frutas fuera del país.

Como era de esperar, el turismo tampoco escapa a los efectos de la epidemia. Los hoteles de Guinea-Conakry aseguran que el 80% de sus reservas han sido canceladas. “Los pequeños comerciantes guineanos están perdiendo mucho dinero”, afirma Mohamed Cherif, portavoz de Organized Group of Businessmen.

Vicente Fernández López