Como todos sabéis, la homeopatía es un tipo de ‘medicina’ alternativa considerada pseudociencia ya que no tiene ninguna plausibilidad biológica y sus axiomas son totalmente opuestos a la ciencia. Los que la defienden aseguran que no tiene efectos secundarios, pero hay que aclarar que tampoco tiene ningún efecto beneficioso. Por ejemplo, uno de sus principios es que lo similar cura lo similar. Para que os hagáis una idea, eso significa que para ellos dar un compuesto elaborado con tréboles y agua, puede dar ‘suerte’ para curar un hígado enfermo. Hay otros ejemplos más extremos, aunque este axioma queda claro en este vídeo elaborado por Mitchell and Webb Look:

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Otro de sus principios es que cuánto más pequeña es la dosis en cuestión, más efecto hace. Por eso, lo diluyen todo en agua innumerables veces. Para preparar un producto homeopático, los ‘laboratorios’ escogen un principio activo y lo diluyen en 99 partes de agua, aunque también pueden escoger lactosa o alcohol. Después, toman un poco de esta dilución y lo mezclan con el disolvente deseado. Posteriormente, vuelven a tomar una pequeña cantidad de esta última dilución y la vuelven a mezclar con otras 99 del disolvente ¿Qué hacen después? Lo podéis imaginar, volver a diluir, y diluir y diluir. Lo más llamativo es que muchos defienden este tipo de ‘medicina’ alternativa porque argumentan que están en contra de la industria farmacéutica y sus apabullantes ganancias. Aquí conviene recordar que la industria homeopática no es gratuita, sino más bien al contrario. Hay gente que puede llegar a pagar por un producto homeopático que se compone de agua y azúcar precios que oscilan entre los 100€ e incluso 3.000.

Aclarado esto, no es de extrañar que el gobierno británico haya escuchado atentamente a la sociedad escéptica Pensamiento Bueno, quien ha propuesto incluir la homeopatía en la lista negra de productos ‘médicos’ dada su absoluta inutilidad. Según explica la BBC, subvencionar recetas homeopáticas y correr con los gastos de mantenimiento de hospitales que se dedican a esta pseudociencia cuestan a las arcas del estado en torno a cuatro millones de libras anuales. Es un tema que no es nuevo. En 2010, los médicos británicos solicitaron la prohibición total de la homeopatía en el servicio público de salud. Entonces, los médicos aseguraron algo que ya sabemos desde el principio, que «no existe ninguna evidencia científica de que la homeopatía funcione más allá del placebo». Si esta acción no fue llevada a caso en su día, según asegura Luis Alfonso Gámez en Magonia, es porque «Carlos de Inglaterra tiene negocios de venta de productos milagrosos y es un reconocido apóstol de topo tipo de pseudomedicinas.»

No existe un solo caso en el mundo de nadie que haya sido curado de una dolencia gracias a la homeopatía. Es más, puede llegar a ser incluso peligroso. Algunos productos, por poner algún ejemplo, contienen Ignatia, una planta que contiene estricnina y brucina (venenosa). Para las infecciones víricas y subir las defensas, la industria homeopática recomienda Oscillococcinum, un supuesto microorganismo (que en realidad no existe) que se obtiene de una maceración de corazón e hígado de pato. No existe porque quien creyó aislarlo en realidad lo que vio fue un artefacto del microscopio. Estaba buscando el bacilo que causa el reúma, las paperas o el cáncer. En la Wikipedia hay una descripción divertidísima de cómo se prepara. También alardean de los efectos de productos para la quimioterapia como Rhus toxicodendron, una hiedra venenosa (también conocida por ‘avena venenosa‘) que te hace polvo la piel.

Según ha argumentado el ministro británico para las Ciencias de la Vida, George Freeman, «ante la creciente demanda que soporta el sistema sanitario, tenemos el deber de gastar el dinero público en los tratamientos más efectivos. Estamos estudiando si la homeopatía debe ser recetada a través del NHS”.

Fuente: bbc.co.uk

Redacción QUO