Todo empezó con comentario de Barry Behr, director de la clínica de fertilización in vitro (FIV) de la Universidad de Stanford (EEUU): algunos óvulos fecundados se deforman más que otros ante la presión. Lo que podría haber quedado en comentario anecdótico llevó a la estudiante de doctorado Livia Yáñez a preguntarse si eso tendría algo que ver con la capacidad de esos ovocitos de dar lugar a embriones viables. Yáñez empezó a investigar con óvulos de ratón. Una hora después de fecundarlos, los grabó mientras los sometía a una ligera presión con ayuda de una pipeta. Efectivamente, algunos se deformaban más que otros.

Los dejó desarrollarse y volvió a grabarlos en estado de blastocito, cuando sus células ya habían empezado a divirse. En un 90% de los casos, los más simétricos y con un aspecto más favorable a la viabilidad coincidían con aquellos que se habían deformado menos al aplicarles la pipeta.

A partir de los resultados, en su laboratorio, dirigido por David Camarillo, han desarrollado un modelo informático para predecir si un ovocito se convertirá en un blastocito bien formado.

Al implantarlos en las hembras, los seleccionados con este sistema tuvieron un 50% de probabilidades más de dar lugar a crías que nacieron vivas, que los elegidos con la técnica convencional.

En ensayos con óvulos humanos fertilizados los más resistentes coindieron también en un 90% con los que mostraban características que los hacían elegibles para la implantación. Ahora están empezando a comprobar el test en pacientes.

Si diera los resultados esperados, esta técnica supondría una gran ventaja para los procesos de fecundación in vitro. Ahora mismo, el procedimiento que utilizan consiste en extraer a los blastocitos de unos 5 días algunas de sus entre 60 y 100 células. A partir de su morfología y el ritmo de división celular, seleccionan algunos para implantarlos. El carácter invasivo y la tasa de fallos de un 70% pueden provocar muchas complicaciones.

Además, los investigadores están buscando las razones de esa relación entre la dureza y la viabilidad. Según publican en Nature Communications, ya han encontrado una relación entre la misma y la escasa o excesiva expresión de genes relacionados con la división celular, la reparación del ADN o la alineación de los cromosomas durante la replicación. También con los mecanismos que endurecen el óvulo tras ser penetrado por un espermatozoide, para evitar que entren más.

Barry Behr, coautor del estudio, manifestó que, si se confirma la eficacia de esta prueba, “la información que proporciona podría usarse para manipular el ciclo de la paciente para aumentar las probabilidades de éxito”.

Pilar Gil Villar