En un país como España, donde uno de los deportes principales es mover el brazo con el fin de levantar la caña (o la copa de vino), sabemos que lo que menos te apetece leer es que este hábito es malo para tu salud. Por eso tenemos una noticia buena y otra mala. La buena es una investigación danesa reciente ha comprobado que un par de vinos cada noche reduce un 20% las probabilidades de padecer una enfermedad coronaria. La mala, es que ese mismo estudio ha encontrado que, en el caso de las mujeres, aumenta en un 30% las posibilidades de sufrir un cáncer de mama.
Según explica Janne Tolstrup, autora principal de la investigación, «hemos encontrado que un aumento de la ingesta de alcohol durante un período de cinco años se relacionaba con un mayor riesgo de cáncer de mama y un menor riesgo de enfermedad coronaria en las mujeres posmenopáusicas, en comparación con una ingesta de alcohol estable.».
Otra investigación publicada recientemente por la Universidad de Alberta aseguraba que tomar una copa de vino al día puede tener el mismo efecto que una hora de gimnasio. Todo gracias a las bondades del resveratrol, que al parecer ayuda a mejorar el rendimiento físico, la frecuencia cardíaca y la fuerza muscular.
Pero no todos los científicos ven tantas bondades a estas bebidas alcohólicas. Según explicaba hace un tiempo Mike Daube, profesor de política sanitaria en la Universidad Curtin (Australia), estas afirmaciones son demasiado buenas para ser ciertas. «Titulares semejantes a ‘un par de copas pueden ayudar a reducir los ataques al corazón’ promovieron mensajes sobre las propiedades cardioprotectoras del alcohol; muchos médicos se sintieron cómodos asegurando a los pacientes que el alcohol podría ser beneficioso y los políticos aprovecharon esas pruebas sobre posibles beneficios para justificar su fracaso a la hora de actuar para reducir daños».
El pasado año, un grupo de investigadores británicos y australianos publicaron en la revista British Medical Journal (BMJ) los resultados de un estudio en el que habían valorado los supuestos beneficios que se atribuyen a un consumo responsable de alcohol. Su método de trabajo fue examinar los datos de la Encuesta de Salud de Inglaterra de los años 1998 a 2008 y comparar a los que nunca habían bebido con los que habían mantenido un consumo moderado. Principalmente, la capacidad protectora del alcohol se reducía a mujeres de 65 años y algo menos en hombres de entre 50 a 64. Pero a pesar de haber una mejoría, era tan mínima que no merecía la pena ni la reseña.
El caso es que los resultados obtenidos por los científicos hasta ahora son contradictorios. En casos de estudios de cohorte, como el danés, los resultados no son del todo fiables. La comparación de las personas que beben con las que no beben no es del todo objetiva, ya que no se valora si esas personas tienen otros problemas de salud o antecedentes de alcoholismo que les hayan podido causar enfermedades como una cirrosis. Quizá si se elige a otro grupo de control para valorar los resultados, se obtengan datos diferentes.
Redacción QUO