Un niño de nueve años de Turquía se encontraba en el comedor de su colegio. El menú incluía un perrito caliente y, después de darle un gran bocado, se desvaneció y entró en parada cardíaca. Afortunadamente el final de la historia fue feliz, ya que los servicios de emergencia le reanimaron.

Algunos se preguntarán qué relación puede tener el perrito caliente con el paro cardiaco. A pesar de no ser una alimento recomendable para ingerir a diario, lo cierto es que no fue el perrito en sí lo que se cree que desencadenó el paro, sino el hecho de tomar un gran bocado sumado al hecho de padecer una alteración cardíaca llamada Síndrome de Brugada.

Esta alteración, descubierta en 1992 por el cardiólogo de apellido homónimo, se caracteriza por una conducción anormal del impulso eléctrico en los ventrículos, las cámaras cardíacas que impulsan la sangre por todo el cuerpo. El síndrome de Brugada puede predisponer a sufrir arritmias a quienes lo padecen y puede ser necesario implantar un desfibrilador en su corazón para que actúe en caso de arritmia o paro cardíaco.

Pero entonces, ¿qué tiene que ver el perrito con la arritmia? La respuesta la explica la cardióloga pediátrico del hospital de Cleveland, la doctora Elizabeth Saarel. Según declara a Live Science, se cree que el gran bocado puede haber desencadenado una reacción vasovagal.

Este tipo de reacciones se producen cuando se estimula el nervio vago, que tiene diversas funciones. Entre ellas se encuentra la ralentización de la frecuencia cardíaca. Estas reacciones vasovagales pueden activarse por estímulos como el calor excesivo, una emoción fuerte, la realización de grandes esfuerzos o, como se creen en el caso del niño, haber dado un gran bocado.

En personas ‘normales’ la situación puede terminar en un mareo, una caída debida a dicho mareo o incluso una pérdida transitoria de la consciencia, conocida en el argot médico como síncope.

El problema llega cuando sumamos esta reacción a una persona con el Síndrome de Brugada. En ese caso se puede desarrollar una arritmia maligna o directamente un paro cardíaco, como parece que ocurrió en el pequeño turco. Para resolver la situación (si la suerte está de nuestro lado) el personal sanitario puede utilizar una desfibrilador, un dispositivo, que aplica una corriente eléctrica para tratar de ‘reiniciar’ la conducción de nuestro corazón. Es precisamente lo que ocurrió y lo que permitió que la curiosa historia del perrito caliente tuviera un final feliz.

Redacción QUO