Seguro que muchos habréis oído esa historia de que llevar los móviles mucho tiempo en el bolsillo podría hacer que los hombres se quedaran estériles o incluso contrajeran un cáncer debido a las ondas que producen estos dispositivos. Esa preocupación salió a relucir en una conversación entre varios amigos, entre ellos Arthur Menard, y del miedo a las posibles consecuencias llegaron a la idea de sacar adelante unos calzoncillos capaces de protegerles y nacieron los “Spartan”.

Puede parecer producto de la hipocondría, pero tiene su parte de verdad. El Wifi, los smartphones y muchos otros dispositivos emiten radiación eletromagnética y son muchos los estudios que han salido a relucir sobre el daño que esta puede producir en el esperma. Así que no andaban muy desencaminados. De hecho, es una realidad que el conteo de espermatozoides ha caído en los últimos 40 años, y ya os contamos en Quo las razones por las cuales este tiene peor calidad.

Así que como sus creadores no estaban dispuestos a renunciar a sus móviles de última generación, pero tampoco querían dañar su fertilidad, buscaron la forma de que ambas ideas vivieran en armonía. Para ello crearon los únicos calzoncillos capaces de evitar estas radiaciones gracias a una tecnología basada en la tecnología usada en los microondas o en los trajes espaciales: la Jaula Faraday, descubierta por el físico inglés Michael Faraday en 1836, la cual protegía de los campos eléctricos estáticos a quien estaba dentro. Ahora son nuestros testículos los que se encuentran en el interior y la jaula, los bóxers, los cuales están diseñados con una malla de material conductivo para bloquear estos campos electromagnéticos hasta en 99%.

El material usado es plata unida a algodón la cual, además de reducir al mínimo las radiaciones también tiene la ventaja de ser antibacteriano, por lo que nuestros pantalones permanecerán sin malos olores y bacterias.

El precio de los bóxers ronda entre los 30 y los 40 euros y están a la venta en 30 países y en Internet.

Fuente: The Independent

Alberto Pascual García