Perfumes y desodorantes responden a este compromiso sanitario: el mal olor es síntoma de enfermedad, o indicio de pobre higiene (y por tanto, de proclividad a enfermar). Las colonias y perfumes provienen de la necesidad de mejorar nuestro aroma. Del aliento ni hablamos, por lo obvio: el dentífrico ha hecho mucho por la explosión demográfica. Recientemente se ha especulado con que el aroma de una piel limpia y sana es parte fundamental del atractivo porque transmite un mensaje sobre la capacidad inmunitaria. Así que algunas personas, compatibles genética e inmunitariamente con nosotros, lo encontrarán más atractivo que otras. Hasta ahora hemos hablado del cuerpo, pero el ser humano es ante todo un mono social, de modo que en su evolución se refleja el impacto del grupo. Y este impacto aparece también en los indicadores de atractivo sexual. En los grupos de primates siempre hay una jerarquía, y los que están arriba tienen más descendientes, que a su vez viven mejor y tienden a dejar más descendencia. O sea, que los símbolos de estatus social deberían ser sexies. ¡Y desde luego que lo son! La parte alta de la pirámide social tiene más recursos, y como señal de pertenencia a esa capa superior los enseña de modo conspicuo. Cualquier objeto de lujo, como joyas o adornos, es sexy. Un ejemplo es el tono de la piel, cuyo atractivo ha variado con el tiempo y es distinto según las culturas. En muchas tierras orientales y en África es mejor tener la piel clara, como lo fue entre los negros de los EEUU antes del nacimiento del Orgullo Negro en la década de 1960. Este era un reflejo de que los dominadores eran blancos. En Occidente, sin embargo, antes el color ideal era el blanco extremo, hasta el punto de que las damas se provocaban anemia para estar más pálidas. La explicación era simple: un moreno de sol indicaba trabajo al aire libre, y por tanto, bajo estatus social. Solo los ricos y poderosos podían estar a la sombra.

¿Por qué delgados?
Algo parecido ha ocurrido con la grasa corporal. Por encima de un mínimo que supone la barrera para la concepción en las mujeres, los estándares estéticos han cambiado con el tiempo. Y lo han hecho dependiendo de la economía: en el Antiguo Egipto y en la Edad Media solo los pudientes podían estar rellenitos. La mayoría de la población sencillamente no tenía con qué engordar, por eso una complexión rolliza era atractiva y deseable. Hoy es al revés en Occidente: el exceso de comida supone que solo quien tiene tiempo y medios está delgado. La autoconfianza es otra sutil pieza de este atractivo social. La seguridad en uno mismo se considera atractiva en todas partes, quizá porque retransmite elevado estatus. Liderar un grupo, aunque sea pequeño (como una pandilla de amigos/as) siempre suma puntos. Puede decirse que los acompañantes de una persona “alfa” son joyería viva para realzar el atractivo del líder de la pequeña manada. Claro, que en la especie humana, como demuestran estas mismas letras, las cosas ya no dependen solamente de la biología: la técnica y la cultura tienen mucho que decir a la hora de definir el atractivo de alguien. Aunque con todo lo que hemos dicho quizá entiendas un poco más por qué esta noche estás tan sumamente sexy.

Redacción QUO