Invasiones alienígenas, criaturas mutantes, superhéroes, experimentos abominables llevados a cabo por científicos locos, viajes a los confines del Universo… La ciencia ficción no deja ningún sueño (bueno o malo) por cumplir. Pero, así como han avanzado la tecnología, el tratamiento digital de la imagen y las ideas más fantásticas, no ha sucedido lo mismo con la verosimilitud científica de muchas de las cosas que se nos presentan en la pantalla de cine. Aunque sea en pro de la espectacularidad, hay errores que le hacen a uno temblar en el asiento. Vamos por partes:

El viaje espacial y la relatividad

¿Quién no ha presenciado en el cine una invasión alienígena, o viajes intergalácticos a bordo de naves hiperveloces? Luke Skywalker, Han Solo, Darth Vader y Flash Gordon viajan de planeta en planeta, y de un extremo a otro de la galaxia, en menos tiempo que el capitán Kirk emplea en ser teletransportado por el fiel Scotty. Todas estas naves tienen la asombrosa capacidad de desplazarse a velocidades inimaginables, pero si no superan la infranqueable barrera que constituye la velocidad de la luz en el vacío, deberían experimentar los inexorables efectos de la relatividad general, una teoría propuesta por Albert Einstein hace ya casi un siglo. Según esta teoría, el tiempo transcurre de forma diferente en la nave que en el planeta en el que has quedado con Yoda. Así, si Luke viaja de Dagobah a Bespin, separados 18.000 años luz (un año luz es la distancia que recorre la luz en un año, y que asciende a casi 9,5 billones de km) y lo hace a una velocidad próxima al límite marcado por Einstein, en su reloj habrán transcurrido solo unos minutos, pero en el lugar de destino habrán pasado miles de años. Para entonces, sus amigos Han Solo, Leia, C3PO y R2D2 ya no estarán allí para ser rescatados, a no ser que conozcan los secretos de la eterna juventud.
El mismo principio físico se trata con fidelidad a la ciencia en la mítica El planeta de los simios, donde los protagonistas aterrizan en la Tierra, pero les resulta desconocida porque han transcurrido siglos y ha pasado a estar dominada por una raza de simios inteligentes.

la comunicación con la base

La velocidad de la luz no influye únicamente en la duración de los viajes interestelares; también afecta a la comunicación de los tripulantes con sus centros de control. Si una nave se encuentra en las proximidades de Marte y desea comunicarse con la Tierra, transcurren algo más de 7 minutos (en el caso de que la distancia entre los dos planetas sea la mínima posible) hasta que recibe la respuesta. Este hecho suele pasarse por alto.

¿De dónde sacan tantos planetas habitables?

¿Qué pasa cada vez que seres humanos como los protagonistas de Star Wars, Enemigo mío, Cuando los mundos chocan, Planeta prohibido y Las brigadas del espacio aterrizan en un mundo alienígena y descienden de sus flamantes naves espaciales? Suelen encontrarse con unos planetas de ambiente benigno, dotados de atmósferas respirables, con las proporciones de oxígeno adecuadas para la vida humana. ¡Con lo difícil que resulta encontrar un planeta así! Actualmente se encuentran catalogados más de 400 planetas extrasolares (más allá de nuestro sistema solar) y ninguno reúne condiciones físicas similares a las del nuestro. Por esta razón, nuestros astronautas siempre van embutidos en aparatosos trajes espaciales que les protegen del exterior.

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nadie explota al morir

Si en algún momento fallase uno de estos trajes, las consecuencias serían desastrosas, tal y como les sucedió en 1971 a los tres tripulantes de la Soyuz 11. La muerte sobreviene en unos pocos minutos, tras perder la consciencia rápidamente, sufrir parálisis, convulsiones, formación de vapor de agua en los tejidos blandos del cuerpo, congelación y colapso del flujo sanguíneo.
Poco o nada que ver con las “explosiones” que se pueden observar en películas como Atmósfera cero y Desafío total.

la gravedad y sus defectos

No solo son respirables las atmósferas de estos planetas, sino que sus gravedades también son aparentemente idénticas a la del nuestro, de tal modo que los protagonistas de estas películas se mueven como lo hacemos sobre la superficie de la Tierra. Sin embargo, deberíamos presenciar escenas análogas a las que nos mostró la tele cuando en 1969 nos ofreció los “torpes” paseos de los tripulantes del Apollo 11 por la superficie de la Luna, con pérdidas de equilibrio y caídas de lo más simpáticas.

la terraformación lleva su tiempo

Una manera en que la ciencia cree que podrían habitarse otros planetas consiste en la denominada terraformación, es decir, en transformar el inventado mundo en otro de características similares al nuestro. Películas donde esto se puede ver son Star Trek II, Aliens, Desafío total y Serenity, cuya acción transcurre en un sistema solar en el que todos sus planetas se encuentran perfectamente terraformados. Sin embargo, la fidelidad a la ciencia es solo parcial, pues dicho proceso de terraformación necesitaría de varias décadas, cuando no siglos, mientras que en la gran pantalla suele suceder en segundos.

El fraude de la espada láser

Ya en 1898 los marcianos de La guerra de los mundos hacían uso de un devastador rayo calórico. Más tarde, durante el primer tercio del siglo pasado, Flash Gordon y Buck Rogers nos presentaron sus fantásticas pistolas de rayos, que más tarde han sido, y aún hoy siguen siendo, imitadas hasta la saciedad. Durante las décadas de 1960 y de 1970, el faser en Star Trek y el blaster en Star Wars, respectivamente, hicieron las delicias de los aficionados al género. Los láseres y turboláseres los sustituyeron para aprovecharse de la invención del primer dispositivo real en el año 1960. El láser es una radiación muy especial que los físicos denominamos coherente, monocromática y direccional. Una de sus peculiaridades, y que todo el mundo ha presenciado ya alguna vez, es que no deja un trazo visible en el aire. Cuando un haz láser se dispara, únicamente lo percibimos cuando incide sobre un objeto, como por ejemplo una pared, una prenda de ropa, un libro, etc. Esto se debe a su enorme direccionalidad.
Las partículas de las que está compuesta la luz láser, los fotones, viajan a lo largo de un haz muy estrecho y no se desvían de su trayectoria rectilínea a menos que colisionen, muy raramente, con alguna partícula material (polvo, suciedad, humo), en cuyo caso cambian de dirección (este fenómeno se conoce como scattering) y pueden llegar a nuestros ojos. Se puede forzar esta visión del trazo si se hace pasar por una nube de humo de cigarrillo, o de polvo de tiza, por ejemplo. Pero lo que nunca podrá suceder es que un rayo láser deje rastro visible en el vacío del espacio interestelar, casi en ausencia total de materia, donde suelen tener lugar las vistosas batallas de las películas de ciencia ficción.

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las naves no hacen piruetas

El vacío del espacio posee aún otros rasgos distintivos que lo hacen completamente inútil desde el punto de vista de la espectacularidad en el cine. Para empezar, la completa incapacidad para permitir la maniobrabilidad y las acrobacias aerodinámicas de las naves de combate. Los giros, cambios de dirección y piruetas de los aviones en la Tierra se logran con la inestimable e imprescindible ayuda de la atmósfera, que es capaz de generar fuerzas distintas sobre partes diferentes de los aviones, lo que permite y provoca tales movimientos. Cuando el aire no está presente, como sucede en el espacio, las naves deben ir dotadas de una amplia variedad de sistemas propulsores que favorecen los cambios de dirección, y no requieren en absoluto alerones ni ningún otro elemento aerodinámico, como pueden ser las formas completamente inútiles de “fuera borda” de los gigantescos destructores imperiales o de bólidos de Fórmula 1 de los minúsculos cazas en Star Wars.

Nada de ruido

El vacío es silencioso. La propagación del sonido, que consiste en ondas de presión, necesita siempre un medio material por el que transmitirse. Así, por muy espectaculares que resulten los zumbidos ensordecedores de las naves espaciales, nunca podrían ser escuchados en la realidad. Y mucho menos las explosiones que tienen lugar cuando son alcanzadas por los mortíferos y destructores turboláseres del enemigo. Las llamas que acompañan a estas explosiones también están fuera de lugar, ya que la ausencia total de oxígeno en el vacío interestelar hace imposible la combustión.

los tripulantes flotan

Por último, no quiero dejar de señalar la enorme facilidad con la que casi siempre se mueven por el interior de las naves sus tripulaciones. Los pasajeros deberían permanecer en estado de ingravidez (es más adecuado decir microgravedad), flotando por el interior de la nave, a no ser que esta estuviese continuamente acelerando, y aún así, esta aceleración debería disponerse de forma adecuada para producir un efecto similar a lo que experimentamos sobre la superficie de nuestro planeta. Actualmente, la única manera que conocemos es dotar a la nave de un sistema y una geometría tales que la obliguen a rotar alrededor de un eje y simular una seudogravedad mediante la fuerza centrífuga así generada, tal y como se puede ver perfectamente en una de las preciosistas escenas de 2001: una odisea del espacio. Todo lo demás entra en el campo de la fantasía o, cuando menos, de la especulación científica más osada, como los generadores de gravedad en la película de animación Titán A. E.
Que la ciencia ficción sea más ficción que ciencia no impide que nos maraville, y que disfrutemos de ella, aunque para ello tengamos que dejar en suspenso nuestra incredulidad natural de científicos.

Aciertos memorables

Alien. Esta cinta de ciencia ficción y terror tiene numerosos toques de realidad. Uno de ellos es el uso de animación suspendida, que permite mantener viva a la tripulación durante las décadas que duraría el viaje interestelar.
Pero la joya es el ciclo vital de la criatura. El alien comienza como un huevo que produce un ser del tamaño de una araña. Este se une al primer cuerpo que encuentra e implanta un embrión en su estómago. Una vez hecho esto, cae muerto. El embrión sobrevive alimentándose de la comida digerida en el estómago de su “anfitrión”. Y sale de su capullo para recorrer la nave. Todos los elementos de su ciclo vital se encuentran en la naturaleza, en parásitos, avispas y otros insectos.

2001: una odisea en el espacio. Sorprendentemente realista, a pesar de que fue producida antes de que el hombre viajara a la Luna. Las naves interplanetarias usan diferentes técnicas para permitir que la gente viva en gravedad cero. Por ejemplo, algunas secciones de la nave giran para generar una gravedad artificial, y otras tienen paredes cubiertas con una especie de Velcro, para que la tripulación, con un calzado adecuado, pueda desplazarse.
Otros logros: Todas las escenas del espacio exterior son silenciosas, ya que el sonido no viaja por el vacío, y la tripulación se alimenta de pasta envasada, y solo bebe con pajitas.

Solaris. Stanislaw Lem, el autor de la novela original de esta película, decía que la vida extraterrestre nos resultaría tan extraña que seríamos incapaces de comprenderla. Solaris apunta al centro de esta idea.
Pese a que su protagonista, Kevin, es un gran psicólogo, no puede entender a su “resucitada” esposa, que es una creación extraterrestre a partir de sus recuerdos.

Sergio L. Palacios

Redacción QUO