Los acuíferos mudiales están en su cuarta parte, y el asunto es tan alarmante que hay quien ha propuesto que nos olvidemos de comer lechuga, al menos temporalmente. La única forma de seguir cultivando es usar la tecnología, porque, para resolver el problema, es necesario algo tan simple como contar la que hay y la que se requiere. Los satélites pueden calcular el nivel de precipitaciones y las necesidades de cada zona; los dispositivos ahorradores son también útiles imprescindibles. “Para depurar y regenerar aguas residuales hay novedosos tratamientos con membranas, en los que se puede ir filtrando el agua para eliminar partículas cada vez más pequeñas hasta llegar a un tratamiento de ósmosis, que no solo sirve para desalar el agua, sino para quitarle contaminantes específicos”, asegura Irene Bustamante, del Departamento de Geología de la Universidad de Alcalá de Henares. Y en este sentido, la palabra de moda es: integral. Para el buen manejo de este líquido, que será el “petróleo” o el “oro” del siglo XXI, el que provocará (ya las provoca) guerras entre las personas y diferencias entre países y zonas, se requiere una gestión integral. ¿Qué es eso? “Consiste en pensar en todo el proceso, desde la captación hasta la reutilización de las aguas regeneradas, o sea, tratarlas y adecuarlas para su posterior utilización en diferentes usos”, dice Irene Bustamante.
El caso es que casi la mitad de la población de la Tierra vive en cuencas fluviales compartidas, así que tanto a la hora de extraerla como de usarla no hay más remedio que ponerse de acuerdo. No vale, como hacen algunos países y agricultores, “robar” el acuífero del vecino. Y tampoco es eficaz llevarla de un lado a otro; el asunto de los trasvases ha tenido ocupados los titulares de los diarios españoles y a los políticos durante meses. En momentos de pánico, todos piensan en trasladar agua, lo que es bastante lógico en lugares como nuestra Península donde tenemos a la mitad ahogada y a la otra mitad sedienta, pero a menudo los trasvases enfadan a todos, la cuenca cedente se queja, la cedida nunca tiene suficiente. Y crea desarrollos falsos; según los expertos, lo mejor es que cada cual se apañe con sus recursos llegando a acuerdos con los vecinos. Ponerse de acuerdo no es una utopía, lo intentan incluso en un sitio tan conflictivo como la franja de Gaza, donde han pensado en hacer una línea de pozos de agua compartidos entre israelíes y palestinos.

Decide el ordenador
Y para la buena gestión tampoco hay que irse tan lejos; ya hay gente aquí mismo, en España, que lo consigue. Como la Cooperativa Los Llanos, que está entre los pueblos manchegos de Villarta de San Juan y Manzanares, y que ha merecido la financiación de Life, un fondo europeo para agricultura, además de otros organismos. Ellos aplican sensores climáticos, caudalímetros y todo tipo de indicadores, que obtienen datos que, procesados depués por un software, al final permiten decidir cuánto, cómo y cuándo se ha de regar, y quién tiene que hacerlo. Los modos de aportar humedad también cambian para cada producto: la ce­bada y el trigo se riegan por aspersión; el me­lón, por goteo; el maíz, por goteo, aspersión y pivot… Las parcelas son pequeñas, y los agricultores vigilan cada día porque lo tienen cerca de casa; su preciado líquido lo suministran pozos de bajo caudal. Otros proyectos son más complicados, pero reales. La fábrica de la compañía Intel en Phoenix, Arizona (EEUU) bombea cada día 5.600 millones de litros de agua procedentes de una planta desalinizadora por ósmosis inversa. Una vez usada por la industria, se limpia para que pueda hasta beberse y la transportan hasta un acuífero arenoso que hay fuera de la ciudad. El 75% es reutilizable.

Redacción QUO