La próxima vez que veas a un tipo bailar imitando los movimientos de un robot en la pista de baile, sabrás por qué tu cerebro empatiza automáticamente con el sujeto: según los científicos se debe a un sistema de neuronas encargado de dar sentido a las acciones que realizan los demás y que tú también podrías imitar.
Se trata de las»neuronas espejo», un tipo de neurona que se activa o «enciende» cuando observamos a otra persona realizar una acción que nosotros mismos podríamos hacer. Si bien en un principio se considero que esta empatía o «ponerse en los zapatos del otro» se debía a un sistema de imitación, múltiples análisis y trabajos realizados posteriormente indican que la explicación no es tan sencilla.
El sistema de las neuronas especulares permite hacer propias no solo las acciones, sino también las emociones y sensaciones que sienten seres como nosotros. Según dijo en su día el artífice de su descubrimiento, Giacomo Rizzolatti, «el descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología». Pero si hasta ahora se pensaba que estas neuronas «de la empatía», respondían solo ante lo que el observador podía realizar por sí mismo, el nuevo estudio y otros experimentos anteriores han desafiado esa visión, ya que según han demostrado, las neuronas especulares son capaces de responder a una gama mucho más amplia de acciones de lo que el observador podría imitar. Más allá incluso de nuestra raza humana (robots, distintas especies…)
La importancia de la empatía
Se cree que este estudio pionero publicado en ScienceNews, puede ayudar a comprender mucho acerca de cómo los seres humanos sentimos empatía. Emily Cross, de la Universidad de Radboud Nijmegen, coautora del estudio, incide en la importancia que tiene ser capaz de observar y comprender las acciones que el ser humano no puede realizar personalmente: «Hay un montón de situaciones en las que podemos ver las acciones pero nuestro sistema motor no permite emularlas». Es es caso de contemplar a un gimnasta en los Juegos Olímpicos, a un bailarín haciendo break dance o, incluso, ver la Guerra de las Galaxias o el popular y entrañable robot: Wall-E, vemos todo tipo de acciones que no se pueden realizar fácilmente con nuestro sistema motor».
¿Por qué nos ponemos tristes cuando Wall-E está triste?
Para ver hasta qué punto las neuronas especulares responden a movimientos que no nos son naturales, Emily Cross y sus compañeros escanearon los cerebros de 22 personas mientras visualizaban un vídeo de un hombre que realiza un baile normal o a uno que imitaba el baile de un robot. Los investigadores pensaron que las neuronas espejo se activarían más al ver unl baile normal. Para su sorpresa, se produjo una mayor activación cuando los sujetos contemplaron «la danza del robot».
Tanto Cross como su equipo trataron de determinar después si la identidad del actor que había realizado los bailes, repercutía en las neuronas espejo. Por ello, grabaron un vídeo en que una figura de Lego llamado Gresh, trata de realizar un «baile normal» imitando al bailarín anterior, esperando que los participantes mostraran más emoción al ver al humano que al robot. Una vez más, al contrario de lo que esperaban, las neuronas espejo de los participantes se activaron más fuertemente con el baile robótico.
Una teoría patas arriba
El hallazgo de que un robot raro haciendo un baile extraño puede activar el sistema de las neuronas espejo es contrario a la idea de que las neuronas especulares solo son capaces de responder a las acciones que una persona puede realizar por ella misma. «Los resultados sugieren que el sistema de las neuronas espejo es más flexible de lo que se pensaba. No solo nos ayuda a comprender las acciones, emociones y sensaciones de los demás, sino de cosas, especies o seres que son muy distintos a nosotros». Este sistema de empatía también podría explicar por qué la mayoría de la gente conecta tanto con personajes de películas de ciencia ficción que a menudo cuentan con personajes irreales, robots, o de otro tipo.
Para ver los vídeos en Vimeo haz clic en los siguientes enlaces (vía Science News):
Redacción QUO