La Organización de Naciones Unidas ha iniciado una campaña para proteger a 35 pueblos indígenas de Colombia ante su posible extinción bajo el lema: «Si ellas y ellos desaparecen, una parte de ti desaparece». Esta serie de amenazas sobre la vida de la población de varias tribus indígenas, se había recogido ya en un informe elaborado por la ONU en 2010, donde se alertaba que existía «el riesgo de desapariciones físicas o culturales» en consecuencia a varios factores como son: el desplazamiento interno, las minas anti persona, el reclutamiento forzoso de jóvenes por grupos armados, las masacres, el expolio de sus tierras, los abusos o el contagio de enfermedades desconocidas en consecuencia al contacto con foráneos. En otros casos se ha violado su desarrollo para favorecer el crecimiento económico de estados modernos y coloniales. Entre las comunidades indígenas señaladas como críticamente amenazadas se encontraban los nukak-makus, los guayaberos, los hitnus y los sicuanis.
Los pueblos indígenas son una familia pequeña pero consistente: más de 370 millones de personas forman las distintas tribus del mundo, lo que representa un 5% de la población mundial y el 15% de personas pobres de la Tierra. Pero los pueblos indígenas, a diferencia del ombliguismo que pudieran pensar algunos occidentales, representan valores globales mucho más importantes, como que son el icono por excelencia de la mayor diversidad cultural del planeta. La pérdida de estos pueblos indígenas podría ocasionar la desaparición de más de 6.000 lenguas, tradiciones y culturas ancestrales. Además, el estudio facilitado por la ONU, alerta que los indígenas tienen más posibilidades de sufrir enfermedades como tuberculosis, cáncer o diabetes –desconocidas para ellos–, por no hablar de la falta de estabilidad psicológica que conlleva ser expulsado sin explicaciones de tu propia tierra sin tener donde ir. Solo hay que decir que la esperanza de vida, en zonas como Australia o Nepal es de unos 20 años, en Guatemala de 13 y en Nueva Zelanda de 11 años.
Además, la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia) asegura que más de 60 indígenas han sido asesinados en los últimos 8 meses. Si bien en la mayoría de los casos, se asigna la responsabilidad de su muerte a grupos armados como las FARC, fuentes del ONIC vinculan también estas muertes a la mano de fuerzas estatales y paramilitares.
La guerra civil en Colombia también ha causado estragos, ya que ha expulsado a muchos indígenas de sus hábitats, empujándolos hacia una vida en los suburbios de las ciudades, donde sus condiciones son imposibles para el desarrollo de ellos mismos y sus familias, que, relegadas al último eslabón social en un hábitat totalmente inhóspito para ellos, acaban fallando en el intento de mantenerse vivos. El informe de la ONU de 2010 sostiene que «los pueblos indígenas han quedado excluidos de los marcos normativos de los estados en los que viven y se ha creado la tendencia de ver sus culturas como inferiores o primitivas. algo que debe ser erradicado«. La cultura de la superioridad: un hábitat muy normal y bien visto en Occidente. Aunque no somos solo los occidentales los que cargamos con tanta falta de humanismo: países como Malasia, Indonesia, Tailandia, Congo, Colombia o Ruanda, no han facilitado una compensación económica a los indígenas por la expropiación de sus territorio como hubiera sido justo, pero la falta de una indemnización no es la única discriminación que viven: el acceso a la educación o sistema de salud públicos está vetado para ellos.
Según el director de Survival International, Stephen Corry, «La campaña de Naciones Unidas reconoce, con razón, que la extinción de un pueblo indígena no es solo una tragedia para aquellos directamente implicados, sino también una pérdida irreversible para el resto de la humanidad».
Fuente: Survival International
Redacción QUO