Hace nueve años que se fue Stanley Kubrick. Y nos dejo con la sensación de que su mejor película nunca llegamos a verla; que su mejor largometraje jamás llegó a filmarse. ¿Habría sido Napoleón su obra cumbre? Nunca lo sabremos.
De haber seguido con vida, el creador de Spartaco, Lolita y ¿Teléfono rojo?… Volamos hacia Moscú, habría cumplido ochenta años. Una ocasión perfecta para rememorar su figura y su obra viendo cualquiera de sus grandes películas. Pero como esta es una revista con notable predilección por la ciencia, lo más apropiado sería recomendar 2001, una odisea del espacio (1968).
Esta obra maestra por la que no pasa el tiempo, contiene una escena que es a la vez la elipsis más grande de toda la historia del cine, y el plano que mejor ha simbolizado la evolución de la especie humana. Un homínido africano descubre su poder al utilizar un hueso como herramienta para abrirle la cabeza a un tapir. Luego, arroja el hueso al aire, y la pieza comienza a dar vueltas hasta acabar transformándose en una impresionante nave espacial.
Se me olvidaba. Hay quien dice que esta película es aburrida. Pero seguro que son los mismos que consideran a George Lucas un genio del entretenimiento.
Vicente Fernández López