Niña y pobre. Así dibujó a la ciudadana 7.000 millones el Secretario General de la ONU, Bank Ki Moon, ante la Asamblea General de la organización el pasado 21 de septiembre, en una apuesta sembrada a partes iguales de corrección política y probabilidad estadística. La primera determinó el sexo, ya que en realidad en el mundo nacen más chicos que chicas. Y la segunda el factor económico: la mayor parte de los bebés llegan a familias con pocos recursos.

En cuanto a su nacionalidad, “el lugar con mayor número de nacimientos es la India, pero solo constituyen un 20% del total mundial, por lo que hay un 80% de probabilidades de que nazca en otro país. Sí se sabe que el promedio de su esperanza de vida será de 76 años, aunque dependerá de dónde venga al mundo”. Así de cauteloso se muestra Ralph Hakkert, técnico del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), cuando le pedimos un esbozo de nuestro esperado conciudadano, porque asegura que «cualquier especulación se basa en la fantasía”. Incluso puede que cuando celebremos su natalicio, el próximo 31 de octubre, ya lleve aquí unos meses o le falten varios para llegar. La fecha simbólica pretende llamar la atención sobre la espectacular expansión de nuestra especie durante el último siglo, y sobre sus implicaciones para la situación actual, y para un futuro a medio plazo.

Aunque la curva de crecimiento lleve a pensar en una masificación disparada hasta el infinito, lo cierto es que el ritmo al que gira el contador de terrícolas ya alcanzó su máxima velocidad a finales de la década de 1980 y lleva ralentizándose desde entonces. ¿Por qué? Según explica Antonio López Gay, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona: “Todas las regiones del mundo han pasado de unas tasas de natalidad y mortalidad (sobre todo infantil) altas a otras bajas. Pero estos procesos no han sido simultáneos”. Primero empezaron a sobrevivir más bebés y aumentó la población, compuesta por muchas más madres con más hijos vivos. El número total de habitantes se disparó en consecuencia. Años después, se redujo el número de vástagos por mujer.

Esto también ha ocurrido ya en todas partes, si bien mientras Irán ha pasado de casi 6 a 1,8 niños por fémina, en muchos países del África subsahariana el reparto estadístico atribuye a cada una más de cuatro criaturas. De hecho, es precisamente la variable de la fecundidad la que hipoteca la certeza de la UNFPA a la hora de establecer previsiones para el futuro. Aunque deja claro que llegaremos a un techo a partir del cual el censo mundial comenzará a perder miembros, sus últimos cálculos ofrecían el pasado año dos posibilidades: que lo alcancemos a comienzos del próximo siglo, con 10.000 millones de habitantes, o en 2045, con 8.100 millones. “No se sabe, por la gran incertidumbre sobre cómo evolucionarán los niveles de fecundidad en los países en que esta es mayor. Personalmente, considero más probable la segunda opción”, aclara Hakkert, quien nombra como factores más determinantes de esa evolución “el acceso a medios de planificación familiar, la educación, sobre todo de las mujeres, las oportunidades para ellas de trabajar fuera de casa y la urbanización”.

En cuanto a la distribución de la Humanidad, un 60% porta ahora pasaporte asiático, y la situación no variará en los próximos 40 años, si bien la India sobrepasará a China como país con más personas a las que dar cobijo. Mientras tanto, las naciones del Este de Europa «ya hace años que viven una pérdida de población, tanto porque esta emigra al extranjero, como porque las muertes superan a los nacimientos”, explica López.

Los que van y los que vienen
Esta última realidad se ve compensada en otros lugares por la entrada de inmigrantes, que en Bélgica, Luxemburgo, Qatar y España llegaron a doblar en los últimos años el incremento natural de habitantes. En Alemania, la pérdida natural de población ha provocado que se necesiten entre un 10 y un 30% de la cifra de población actual para poder mantener el nivel de beneficios de la seguridad social.
En nuestro país, las últimas previsiones del Instituto Nacional de Estadística auguran para la próxima década un descenso del número de españoles en cerca de medio millón, “totalmente vinculado con la pérdida de población por migración”, comenta López Gay. Al frenazo en la llegada de inmigrantes que ya vivimos desde el comienzo de la crisis se unirá la salida de residentes hacia otros países, bien sea porque algunos de los que llegaron regresan a su lugar de origen, bien porque los españoles buscan un futuro más prometedor allende las fronteras. Este panorama dificulta las posibilidades de que alcancemos el horizonte de los 50 millones desde los 47 actuales, aunque López puntualiza que: “La variable migratoria es la más difícil de predecir a la hora de explicar el futuro de la población de un territorio, porque está muy determinada por variables conyunturales. El contexto económico tendrá muchísimo que decir para que estas previsiones se acerquen o no a la realidad”.

Una oportunidad
A su vez, las características demográficas de un país constituyen una pieza básica en su maquinaria económica. Una vez que una nación ha experimentado los descensos tanto de mortalidad como de natalidad mencionados antes, puede entrar en una época en la que dos tercios de su población se encuentren en la edad productiva que se extiende desde los 15 hasta los 64 años, y solo otro tercio necesite asistencia.

Esa denominada ventana demográfica se producirá “en los próximos 20 años en países que, juntos, acumularán al 60% de la población mundial, como la India, Indonesia, México, Turquía, Vietnam y China, y se espera que contribuya a generar riqueza en ellos”, afirma Hakkert, aunque matiza que eso también “depende de su capacidad para crear condiciones sociales y económicas favorables a la incorporación de la juventud y a la creación de empleo y de capital humano”.

Precisamente por crear esas condiciones, la ventana demográfica constituyó un elemento clave en el milagro económico de los llamados tigres asiáticos (Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur). Sin embargo, el técnico de la UNFPA advierte de que la conjunción de “mucha población en esas edades con un 30% de desempleo juvenil, como está ocurriendo ahora en España, no va a generar riqueza”.
Aprovechar la ventana demográfica también resulta clave porque, tras esa etapa, la tendencia general apunta a un envejecimiento de la población. La tercera es la edad, que engrosa sus filas a mayor velocidad, y a mediados de siglo sus representantes superarán a los niños por primera vez en la historia. Además de las implicaciones socioeconómicas del predominio de las canas, la ONU recuerda la mayor vulnerabilidad de los ancianos a los desastres, los abusos y la explotación.

Reparto de bienes
Otro factor importante mientras seguimos añadiendo bocas al mundo se centra en nuestro impacto sobre la Tierra. El pasado 27 de septiembre, la fundación británica Nueva Economía (NEF) alertaba de que en los nueve primeros meses de 2011 nos habíamos fundido todos los recursos que el planeta es capaz de reponer en todo el año. Entrábamos, así, en déficit ecológico. Sin embargo, la sobreexplotación no había beneficiado a todos por igual. Un informe del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP) asegura que un ciudadano de los países desarrollados consume 16 toneladas anuales de metales, minerales, combustibles fósiles y biomasa. En la India tendría que conformarse con cuatro. Además, sería mucho más probable que se contara entre los 925 millones de humanos con falta de alimentos, a pesar de que el 40% de la comida que se produce en el mundo nunca llega a consumirse.

Esas desigualdades podrían incrementarse con los pronósticos demográficos para los próximos años, que también pueden variar debido a la crisis. En opinión de Hakkert: “Además de postergar la decisión de tener un hijo en los países desarrollados, en los menos desarrollados puede tardarse más en bajar la tasa de fecundidad, por la menor inversión de los países donantes en programas de planificación y salud reproductora”. Una mala noticia para los 200 millones de mujeres en el mundo que desearían retrasar o evitar un embarazo, pero no utilizan anticonceptivos eficientes.

¿Cómo organizarnos?
A la vista de estos datos, queda claro que tenemos una gran tarea por delante para ofrecer a la niña 7.000 millones unas herramientas decentes con las que labrarse el futuro. Muchos de quienes compartirán con ella unos años ya se han embarcado en ella. Desde diversos rincones y sectores de actividad aportan su grano de arena para fomentar las ventajas y combatir las dificultades de pertenecer a una familia tan numerosa. La UNFPA ha lanzado la iniciativa www.7billionactions.org para recoger una multitud de esas historias individuales de esfuerzo e ingenio al servicio de otros, escondidas tras el frío recuento estadístico. Puedes buscar inspiración en ellas o incluir la tuya propia. Y si deseas averiguar cómo se relaciona tu situación personal con la evolución de la población del mundo, bastará con que hagas clic en otra página de la UNFPA: www.7billionandme.org.

Pilar Gil Villar