Si para ti el día de San Valentín está pasando sin pena ni gloria, tranquilo. Ni estás solo, ni te falta razón. Aproximadamente la mitad de la población considera que es una fiesta sobrevalorada. Además, la ciencia ha encontrado tres razones para detestar el 14 de febrero.
La primera, el marketing asfixiante, que exige a los enamorados que cumplan con un comportamiento encorsetado. Frente a este mandato está la llamada teoría de la resistencia, que consiste, simple y llanamente, en hacer caso omiso. Son numerosas las encuestas que delatan esa oposición a regalar el Día de San Valentín. A pesar de esta resistencia, la realidad es que el 88% de los hombres y el 75% de las mujeres siguen obsequiando a sus parejas, aunque sea con una simple flor.
En segundo lugar, el vértigo que produce evaluar la relación. El romanticismo no siempre acompaña a la relación de pareja y, sin este ingrediente, parece que hay poco que celebrar. Más bien al contrario. Así lo explica el sociólogo William Chopik, de la Universidad de Michigan: “Las relaciones débiles son especialmente propensas a incendiarse alrededor del día de San Valentín”.
Un entusiasmo poco real
La última razón que aporta la ciencia es la posibilidad de que el entusiasmo romanticón que genera San Valentín se evapore 24 horas después. Hace unos años, en un estudio dirigido por el psiquiatra Michael Hoerger sobre anticipación emocional se pidió, a mediados de enero, que los participantes describieran cómo se sentirían con respecto al Día de San Valentín y las respuestas fueron muy positivas. El 16 de febrero se les preguntó nuevamente a los mismos encuestados sobre esta fiesta, una vez ya pasada, y la mayoría reconoció que habían sobreestimado la intensidad con la que esperaban la llegada del día de los enamorados. Las personas más extrovertidas fueron las que más se equivocaron al relatar con tanto optimismo la proximidad de San Valentín. Por eso, si hoy no has recibido ni rosas ni diamantes, recuerda que esto pasará.
Marian Benito