Pues, desgraciadamente, sí. Cada uno de los vigilantes forestales que salen en esta foto (Parque Nacional de Virunga) sabe que se juega la vida por aceptar este trabajo. En los últimos años, los cazadores furtivos y las industrias maderera y del carbón han matado a 100 rangers. Varias ONG conservacionistas (como Wildlife Direct) los contratan con ayuda de donativos por unos sueldos mucho mejores que los de un congoleño medio. Y aun así, les cuesta encontrar trabajadores, porque en ese momento se convierten en objetivo de las mafias que pretenden subvertir el estatus de parque protegido a la zona.

Su labor fundamental es la de evitar que les pase nada a los gorilas de montaña: impedir que se talen las arboledas en que se ocultan y, por supuesto, evitar que los cacen. Más de la mitad de los 700 gorilas de este tipo que quedan en el mundo vive en Virunga. Otros enemigos de los guardabosques son los ciudadanos de las poblaciones circundantes, ya que ellos también los cazan para comer, y venden algunos de los despojos como trofeo o souvenir (las garras como cenicero). El hambre y los conflictos bélicos hacen que la R. Democrática del Congo sea el país con mayor mortalidad desde la II Guerra Mundial.

Redacción QUO