Las maravillas arquitectónicas y artísticas de los antiguos egipcios nunca dejan de sorprendernos. La precisión y la habilidad de sus obras y su gloria pasada siempre nos han llamado la atención y cautivado nuestra imaginación con una pregunta: ¿Cómo habrán sido en su momento de gloria?
Pese a que muchos de los hallazgos realizados por expertos y el conocimientos de los arqueólogos nos permite recrearlas en su esplendor, es rara la ocasión en la que esto es posible desde el original: muy pocas veces la conservación de los restos es algo sorprendente.
Recientemente, el Ministerio de Antigüedades de Egipto reveló una nueva tumba en un estado de conservación que permite mirar siglos atrás. El descubrimiento arqueológico, realizado en la necrópolis de Saqqara, ubicada en el sur de El Cairo, se remonta a más de 4.000 años, pero la pintura de los relieves parece casi tan fresca como el día en que se pintó.
Se cree que esta tumba, en forma de L perteneció a un funcionario llamado Khuwy, un noble de la Quinta Dinastía, un período que abarcó desde el siglo 25 hasta el 24 aC.
El diseño de la estructura incluye un pequeño pasillo que conduce a una antecámara. Otra característica única que encontraron los expertos fue un túnel de entrada, que normalmente solo se encuentra en las pirámides. Más allá se halla la gran cámara, que alberga los relieves multicolores.
Los tonos bien conservados son colores asociados con la realeza, que, junto con las características estructurales únicas, han llevado a los arqueólogos a creer que quizás Khuwy tenía una relación con Djedkare Isesi, el faraón de esa época, cuya pirámide se encuentra cerca. Una posible conexión es que ambos fueran parientes.
Junto con las representaciones de la tumba, los arqueólogos también encontraron la momia de Khuwy y los vasos canopos, los recipientes utilizados para depositar las vísceras. El hallazgo permitirá comprender mejor el reinado de 40 años de Djedkare Isesi.
Juan Scaliter