Juventud, deseo sexual y atracción. Con estas características, presentes casi siempre en toda pareja de recién casados, parece difícil que pueda irrumpir un cuarto elemento que pueda distorsionar la vida sexual. Pero lo hay y se presenta con frecuencia: el estrés laboral. El último estudio que ha constatado esta realidad llega de la Universidad de Túnez. que ha analizado la función sexual en un grupo de médicos residentes mujeres, recién casadas.

Surgeon wearing rubber gloves, using digital tablet in operating room

Hoxton/Tom MertonGetty Images

La elección de este grupo de médicos residentes de diferentes especialidades se hizo precisamente porque generalmente representan una población joven y saludable en la que la disfunción sexual solo debería darse en un contexto de comorbilidad médica. Sin embargo, la prevalencia de disfunción sexual supera el 60%.

¿Qué está ocurriendo?

De acuerdo con esta nueva investigación, los factores psicológicos, interpersonales y socioculturales juegan un papel importante en la vulnerabilidad sexual, puesto que el estrés afecta al hipotálamo, encargado de regular las hormonas sexuales, disminuyendo su liberación. Los investigadores evaluaron los factores psicológicos de las participantes utilizando las escalas de depresión, ansiedad y estrés. Casi un cuarto de ellas presentó síntomas de depresión, de moderada a extremadamente severa; el 39% tenía una tasa de ansiedad de moderada a grave y casi la mitad estrés.

A continuación, el equipo, dirigido por Fekih Romdhane, del departamento de Psiquiatría del hospital Razi Mannouba, en Túnez, cotejó el análisis psicológico con su vida sexual y observaron prevalencia de disfunción en el 40% de las mujeres. El deseo sexual fue el más afectado, seguido de la satisfacción del encuentro. Estos trastornos fueron aún mayores en mujeres fumadoras y en aquellas en las que no había buen entendimiento con la pareja. Según los autores, la depresión y el estrés condicionan de una manera directa y perjudicial la lubricación y el coito. Por su parte, la ansiedad influye, también negativamente, en la falta de lubricación y la satisfacción del orgasmo y provoca que la penetración resulte más dolorosa.

Marian Benito