El interés por la ciencia de las drogas psicoactivas es muy grande. La evidencia de los beneficios terapéuticos de la marihuana, MDMA, psilocibina y otros mucho es cada vez mayor gracias al resurgimiento del interés científico en el estudio de estos compuestos. Ya lo vimos con el auge del Microdosing.
Pero muchas de estas drogas están estrictamente prohibidas y las personas que las venden pueden enfrentar multas e incluso prisión. Entonces, ¿dónde sacan los investigadores las drogas para sus estudios?
La respuesta corta es, en Estados Unidos, del propio gobierno. Los Institutos Nacionales sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés) tienen un extenso catálogo de drogas que los investigadores pueden pedir, incluyendo heroína, cannabis, ibogaína e incluso carfentanilo, un medicamento que se usa a menudo para sedar elefantes.
Llegar al punto en el que se pueda hacer un pedido de heroína al Tío Sam es difícil, e involucra mucho papeleo, verificación de antecedentes y protocolos rigurosos. Pero unos pocos investigadores consiguen explorar el potencial de curación de las drogas actualmente ilegales pese a la burocracia.
Los medicamentos están clasificados en listas y los de la lista I son los que están considerados que no tienen ninguna aplicación médica y conllevan un alto riesgo de adicción. Incluye sustancias como la heroína, el peyote, el LSD y, por supuesto, la marihuana. Las drogas como la cocaína, la metanfetamina y el fentanilo están en la lista II, por los usos médicos que tienen. En cambio, el alcohol y el tabaco, dos de las drogas más populares en los Estados Unidos, no están catalogados.
«Es probable que varios medicamentos actualmente clasificados en la lista I tengan un potencial terapéutico importante», escribió un grupo de médicos de Nueva York en el American Journal of Bioethics en 2016.
¿Como se consigue permiso para colocar a pacientes?
Obtener el permiso para dar a las personas una droga psicodélica no es fácil. El proceso puede ser tan arduo y costoso que algunas universidades o laboratorios ni siquiera se molestan.
Bryan Roth, profesor de farmacología en la Facultad de medicina de la UNC Chapel Hill, quería estudiar cómo se adhiere el LSD en el cerebro y cuenta que «básicamente, se solicita a la DEA y luego se completa la documentación explicando cómo y por qué se propone estudiar el LSD, la cantidad de material que poseerás y cómo se almacenará y protegerá de posibles extravíos. En total, se tardan alrededor de dos años en obtener la licencia después de mucho papeleo».
A pesar del creciente entusiasmo entre el público en general que rodea a los psicodélicos, Roth dice que la mayoría de los científicos todavía no están interesados en estudiar estos medicamentos. Las barreras que suponen que estén en la lista I juegan un papel importante, pero un problema mayor para Roth es que «cuando se revisan las subvenciones, generalmente no hay nadie en el que quiera estudiar el LSD o esté interesado en que alguien más lo estudie».
El futuro de la investigación de las drogas
El bloqueo de la investigación sobre drogas no solo frena la ciencia, puede tener consecuencias mortales, según Aldo Badiani, profesor de psicología y medicina de la adicción en la Universidad de Sussex. Argumenta que las restricciones al estudio de la heroína han llevado a muchos científicos a sustituir la morfina o la oxicodona en los estudios de opioides en lugar de usar drogas que se parecen más a lo que de verdad se encuentra en la calles.
De esta manera, las regulaciones que restringen la investigación de drogas a veces pueden hacer que el tratamiento del abuso de drogas sea aún más difícil. Pero, dice Badiani, que hay científicos motivados y decididos a seguir adelante.
Esther Sánchez