En el caso de las drogas, el alijo se pone a disposición del juez, quien decide qué parte de la droga debe enviarse a Toxicología para ser analizada y qué parte debe guardarse un tiempo por si fuera necesario realizar nuevos análisis. El resto se destruye. Otro proceso distinto es el que se sigue con las joyas.
En este caso se busca a los dueños –tomando como base las denuncias presentadas– para dejarles los bienes en depósito hasta que el juez confirme si son suyos. Si no se encuentra a los dueños, los artículos pasan a disposición del juzgado, que, al cabo de un tiempo, los saca a subasta pública. Por último, los alijos de armas pasan a disposición del juez y de ahí van a los depósitos de la Guardia Civil, donde finalmente son destruidos.
Redacción QUO