Los Rolling Stones, que nadie se deje llevar por la mitología, son unos zarrapastrosos en directo. Hacen todo sin precisión, no se matan por cuidar los arreglos que tanto se trabajan en el estudio y Jagger más bien tararea. Keith Richards, el guitarrista más afamado, se dedica a pasear dando guitarrazos y dejando que sea Ron Wood el que de verdad lleve la canción. Y el bajista (ahora Darryl Jones) ni pincha ni corta, igual que hacía Bill Wyman hasta que se fue. El batería, Charlie Wats, está como tomando el té pero pasándolo bien. Todos lo pasan bien. Pero lo hacen fatal, no quieren complicaciones.

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De todo esto no se enteró nadie en España hasta 1982, cuando la tele no daba conciertos y casi nadie tenía vídeo. Ahora, el sábado 7 de julio, va a hacer 30 años de que vinieron a Madrid por primera vez (ya habían estado en Barcelona años antes) en plena ebullición de la Movida o Nueva Ola Madrileña. La cosa se recuerda porque fue la primera vez que venían a la capital y porque ambos, músicos y público, estuvieron voluntariosos a partes iguales.

Pero lo cierto es que Jagger y los suyos salieron entre rayos, centellas y chuzos de punta –aun a riesgo de electrocución– y el repertorio fue doloroso. En aquella época acababan de sacar Some girls, que tenía pocos temas que han pasado a la fama mundial (solo Miss you, Beast of burden…) y otros que bien podrían haberse guardado en casa. El sonido de aquellos años era raro y no siempre tocaban éxitos de los 60 y 70 que en realidad eran los más conocidos. Así que ahora se celebra en Madrid un concierto más discreto pero igual de sentido, a cargo de un grupo de versiones.

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Redacción QUO